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FUTURO PASADO

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Israel Covarrubias

Nuestra época está marcada por las múltiples potencialidades que ofrecen las tecnologías sobre la vida. Sin embargo, aún no hemos terminado de valorar el impacto que tienen en nuestras existencias individuales, mucho menos para la vida en común. Pensemos, por ejemplo, en la marcha imparable de la inteligencia artificial. ¿Qué sabemos de ella?, ¿cómo nos determina?, ¿hacia dónde encamina nuestras existencias? Ahora bien, el rasgo abiertamente distópico que tienen muchos dispositivos tecnológicos ha permitido ensayar escenarios poco placenteros, invivibles. El deseo muy humano de control total por parte de máquinas post-humanas no es un cuento de ciencia ficción. Hoy es una realidad concreta que interactúa entre nosotros.
​Sobre esta cuestión, el magistrado Miguel Bonilla López nos ofrece una brevísima ficción, haciendo suya la relación entre literatura y derecho, titulada Los jueces electrónicos (México, Ubijus, 2020), donde aborda el rol que jugaría en un futuro aparentemente “lejano”, la impartición de la justicia en manos de robots. En este escenario, regresan con fuerza las interrogantes clásicas en torno a la justicia: ¿cómo lograr una sociedad más justa, menos hostil?, ¿cómo podríamos pensar un orden político y jurídico donde sus miembros sean capaces de aceptar sus fallas? O como pregunta el autor, “¿quién define lo que es justo?” (p. 14).
​Estas preguntas son más relevantes cuando de mundos futuros se trata. Ya las grandes industrias culturales habían creado décadas atrás narrativas fílmicas, literarias, musicales y visuales excepcionales sobre los efectos que las tecnologías producían, fueran positivas o negativas. En Los jueces electrónicos, el autor nos ofrece trece viñetas que operan como palabras-clave del mundo justiciero: “origen, virtudes, burocracia, instructor, filósofo, aprendiz, inocente, equidad, desperfectos, hoguera, captor, clave y preso”. Nadie puede negar que esta concatenación de sustantivos permite una aproximación hacia el universo contradictorio y temible de la justicia en la actualidad, ya que se colocan como una metáfora precisa de la sequedad, el vacío y la reificación que la colma.
​Pensado para estudiantes que quieren volverse abogadas/os, el lector puede comprender el rol que juegan los jueces electrónicos, dotados de infinidad de combinaciones de anónimos algoritmos sobre casos hipotéticos que tienen que ser resueltos frente a un juez, posibilidades que podrían rozar el infinito. Sabemos que las máquinas pueden pensar, por eso son “inteligentes”, pero lo inquietante es saber si están dotadas de juicio, es decir, si podemos confiarles la acción de juzgar asuntos enteramente humanos. La paradoja es más interesante cuando nos detenemos a pensar en cómo los robots juzgarán, cargados ex ante de la información necesaria para “juzgar” los elementos de prueba de una y otra parte en cada caso particular en litigio, si una vez encendidos se emancipan de sus arquitectos -recordemos que son sistemas autopoiéticos y autorreferenciales.
Lo que surge con este dilema puede abrir una discusión interesante sobre la justicia en nuestros días: los robots despacharían los asuntos judiciales con más celeridad, reduciendo significativamente el tiempo y la tasa de error en cada decisión, pero en cualquier caso eso no quiere decir que las máquinas sean infalibles. Cuando emiten un dictamen de justicia, los robots pueden juzgar erróneamente, a pesar de que su naturaleza es menos accidentada que la humana. Este es el punto de no regreso entre la vida humana y la inteligencia artificial respecto al campo pedregoso de la justicia. ¿Algo aún alejado de nuestra realidad cotidiana? No se sabe. Lo que sí es cierto es que en el paisaje post-apocalíptico en el cual vivimos, la justicia sigue siendo una exigencia “humana, demasiado humana”. Los jueces electrónicos son un factor que imanta a los robots con nosotros y con el futuro que imaginamos y que está ya entre nosotros. ¡Vaya dilema!

Israel Covarrubias es profesor investigador de tiempo completo en la Facultad de Derecho de la UAQ. Página: https://israelcovarrubias.net/

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