Simples deducciones, por Juan Chávez
Este fin de semana 4 distintas familias conocieron el dolor cruel, despiadado pero peor aún inesperado, cuando todo era fiesta y alegría 4 jóvenes fueron acribillados en la colonia Nueva Alemania, si eran culpables o no, a nadie debería importarnos, pero si la desesperación de que un hijo, un hermano, un amigo quedó ahí, bajo una lluvia de balas que estremecieron a decenas de habitantes quienes fueron testigos auditivos de lo que sucedía cerca de la media noche del sábado, la pérdida de ellos la han sufrido más de 100 familias en los últimos 45 días.
Esta cifra es alarmante, coloca a Nayarit como el segundo estado en el país con mayor incremento porcentual en ejecuciones, según el Semáforo Delictivo. Pero ¿en qué momento los nayaritas nos acostumbramos a esto? A qué diario haya personas asesinadas, “levantadas”, a que aparezcan cuerpos en diferentes puntos del estado, a que las comunidades rurales sean la base de campamentos de grupos armados, que circulen por las brechas atemorizando a todos.
Mucho se dice, incluso de autoridades oficiales, que el fenómeno que ocurre en Nayarit “es una guerra entre ellos”, es decir, que los que se están matando entre sí son personas involucradas con el crimen organizado, pero ¿acaso eso justifica sus muertes? ¿No fue la sociedad lo que los obligó a hacer esas actividades para sobrevivir? Para “progresar” ante la falta de empleos o de oportunidades de estudiar, de poner un negocio y encajar dentro del sistema.
Además, ¿en verdad todas las personas asesinadas en las últimas semanas estaban involucradas con el narcotráfico? Hay víctimas que eran menores de edad, otras más eran jóvenes con trabajos estables, con familia, como es el caso del hijo de Don Santiago Pérez, Vocero del Colectivo de Familias Unidas Nayarit; su hijo es soldador calificado y lo privaron de su libertad en el Fraccionamiento Jacarandas, de un casino donde trabajaba en la instalación de un cancel, ahí “levantaron” a varias personas al mismo tiempo.
En definitiva para Don Santiago como para muchas otras familias, este pasado 2 de noviembre no fue igual, ellos viven en la incertidumbre, estas familias no tienen una tumba que pintar, que ponerle flores o tener la certeza de que ahí está su ser amado, ellos caminan horas entre el monte, cerros y veredas, cargan picos, palas y unas botellas con agua, buscan a sus hijos, a sus esposos, a sus padres, a esos seres humanos que jamás volvieron a casa.
“Probablemente estuvo en el lugar equivocado a la hora equivocada, tiene 28 años cumplidos, tiene su esposa y dos hijos menores, de dos y tres años. Han sido días muy difíciles porque mi hijo creemos que no la debía, el tema emocional ha sido complicado para toda la familia”, cuenta Don Santiago en entrevista.
Él renunció a su trabajo para dedicarse de lleno a buscar a su hijo, a pedir ayuda a la sociedad. Actualmente es el presidente del Colectivo de Familias Unidas Nayarit, el cual se formó luego de que diversas personas acudían y coincidían en las instalaciones de la PGR en Nayarit, en la Fiscalía del Estado, la Comisión de Derechos Humanos y dependencias similares, todos habían sufrido lo mismo y presentaron las denuncias correspondientes; sus hijos, hermanos o algún familiar cercano había sido privado de su libertad, “levantado”, es decir, se encontraban desaparecidos.
El colectivo está formado por personas de casi todo el estado, familias de los municipios de Rosamorada, San Pedro Lagunillas, Acaponeta, Compostela, San Blas, Ruiz y Tepic principalmente. El colectivo inició de manera formal el primero de septiembre, pero sus orígenes fueron grupos de redes sociales entre las familias afectadas; surgieron ante la falta de resultados por parte de las autoridades, dichas familias se organizaron y decidieron salir a las calles, a los predios a buscar a sus familiares, sus cuerpos, buscan sus propias respuestas.
“Somos mucha gente y empezamos a salir al campo, a las calles, a preguntar con amigos de nuestros hijos, y hubo gente que nos dijo que miraban camionetas raras en algunas brechas, posteriormente nos avisaron que en unos predios había tierra removida, y decidimos ir a caminar, aunque supuestamente ya había ido Fiscalía y ellos no encontraron nada, pero cuando fuimos nosotros encontramos una fosa con dos cuerpos, después otra con un tercer cuerpo, había ropa, cazuelas, eso fue en San Blas”.
Don Santiago narra que tras los hallazgos ellos avisan a las autoridades y estas acuden hasta el día siguiente para “corroborar”, “decían que ellos ya habían revisado y como que no creían que ahí estaban los cuerpos”, señala un padre de familia dolorido del alma más que del cuerpo tras extenuantes jornadas en busca de su hijo.
Lo que no les agrada a las familias del Colectivo es que la Fiscalía se acredite el descubrimiento de los cuerpos, de las fosas, porque en realidad no se ha visto mucho interés en recuperarlos. De los cuatro cuerpos localizados por el colectivo tres si eran familiares de los integrantes del mismo, animados por ello, la búsqueda continúa, siguen saliendo a los predios y zonas donde la misma ciudadanía les reporta actividades sospechosas.
En el Colectivo se aglutinan historias que parecieran ser una sola, sus corazones abrigan esperanza de que en cada hueco que cavan no está su ser querido, ¿o sí?, porque de estarlo acabaría el último hálito de fe de volverlo a abrazar, de sonreír, de pasar la próxima Navidad juntos, no encontrarlo significa que allá en lo recóndito del alma está ese gramo de amor que espera ser entregado a quien aún no aparece.
Ellos quisieran ver más interés de parte de las autoridades, que fueran con ellos, con equipo canino, que buscaran con la misma energía como si tuvieran a un familiar extraviado, pero con tristeza la situación no se da así y por ello cada día se levantan con ánimo para seguir en su búsqueda. Son hombres y mujeres buscando esa parte de amor que alguien les arrebató en un instante y les ha dejado un camino interminable de dolor, no se rinden, aunque no coman, aunque no beban, aunque en sus pies haya ampollas de caminar horas bajo el sol y con zapatos no adecuados, eso no importa, lo único que quieren es tener certeza del destino final de su ser querido.
Están conscientes que con la incertidumbre y el miedo con el que viven ellos, hay muchas familias más en Nayarit y que por temor no se unen; yo no tengo la menor duda que la fe mueve montañas, que más allá de juzgar o no la vida de los desaparecidos debiéramos tener solidaridad humana y no juzgar cómo si la vida nunca nos vaya a tocar de esta forma tan dolorosa. Hoy los tiempos son difíciles, complicados, pero nunca estará de sobra, echarnos la mano unos a otros, la vida seguramente nos regresará en bien todo lo que hagamos en favor de otros. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com