Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Para quienes vivimos en el norte de México, los huracanes son cosa lejana, que han ocasionado tragedias que sólo vemos en las noticias. No por lejanos, dejan de doler; una vida humana perdida en cualquier desastre natural duele a cada mexicano.
La historia nos enseña que un valor fundamental de la mexicanidad es la solidaridad; ahí está el ejemplo de los sismos en la capital del país en 1985 y 2017. Quisiera recordar que, para nuestro país, ni los sismos ni los huracanes son cosa nueva ni que atacan el territorio nacional como parte de la conspiración contra el gobierno de López Obrador.
Hay que recordar al mortal “Gilberto” en 1988 que pegó duro en la hoy pintada de naranja ciudad de Monterrey. Como olvidar a la mortal “Paulina” en 1997, dañó Chiapas y provocó la muerte de cientos personas y daños materiales graves en Guerrero y Oaxaca. Recuerdo que, cuando Manuel Añorve Baños era candidato a la alcaldía de Acapulco en 2008, me contó algunas anécdotas del paso de “Paulina” y el esfuerzo de reconstrucción en su primera temporada como alcalde interino del famoso puerto guerrerense.
La dupla “Ingrid” y “Manuel”, en septiembre de 2015, pegó en la costa del Pacífico por un lado y al Golfo de México por el otro y dañaron Veracruz, Nuevo León, Sinaloa, Durango, Hidalgo, Tamaulipas y Michoacán y las pérdidas fueron incalculables.
¿Cuál es la constante en estas tragedias que salen del baúl de la historia mexicana?
Que en todas ellas quien era presidente de México hacía acto de presencia de manera casi inmediata para encabezar las acciones de rescate y atención, además de escuchar de manera directa las solicitudes, reclamos e insultos de la población afectada y que se encontraba desesperada. Daban la cara, que es parte de la responsabilidad, no sólo de los presidentes de la nación sino de alcaldes y gobernadores.
La gran lección aprendida por los gobiernos, a raíz de la catástrofe del sismo de 1985, fue que la sociedad rebasó al gobierno y de ahí nació el Sistema Nacional de Protección Civil. En materia de comunicación, también hubo cambios y obligó a los gobernantes a hacer una presencia real, sin importar que no hubiera aplausos, para resolver problemas, coordinar soluciones y escuchar a la población afectada.
Desde aquel trágico 1985, ningún presidente de México le ha sacado la vuelta a ninguna tragedia ocasionada por un fenómeno natural. Para efectos de comunicación, la presencia del mandatario da certeza a la población afectada en tiempos de incertidumbre.
En tiempos recientes se han visto gobernadores o alcaldes que le huyen a las catástrofes por indolencia y les ha costado el puesto y el repudio social.
La población quiere gobernantes que sepan usar el poder para beneficio de todas y todos; también esperan de ellas y ellos, que sean humanos y sensibles al dolor. Nadie espera que un gobernante sea insensible o indolente y mucho menos en medio de una tragedia como la que sufre, en estos momentos, la costa guerrerense.
Pues, la indolencia, ineptitud y arrogancia le está costando muy caro al estado de Guerrero y no hay por donde echar culpas a alguien más: el gobierno estatal lo encabeza Evelyn Salgado (junto con su padre Félix), el ayuntamiento Abelina López y el gobierno federal López Obrador; todos miembros del mismo partido: Morena.
Los tres niveles de gobierno dominados por Morena. No hay cómo busquen culpar a Salinas de Gortari, Felipe Calderón, Héctor Astudillo Flores o Ángel Aguirre Rivero.
La soberbia lopezobradorista llevó a tomar decisiones estúpidas como desparecer el FONDEN (Fondo de Desastres Naturales) pero la realidad es necia y pega duro: ahora que se necesita el FONDEN, no existe y toda la ayuda oficial se complica.
Más allá del FONDEN, fue público que desde las 10 de la mañana del martes, “Otis” creció de tormenta tropical, a huracán categoría 1 y poco a poco hasta la medianoche se transformó a categoría 5. Los tres gobiernos morensitas sabían perfectamente el nivel de impacto y tuvieron 12 horas para alertar a la población y proteger su patrimonio, pero no lo hicieron. Indolencia absoluta.
Ni la joven gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado ni a alcaldesa acapulqueña, Abelina López, alertaron a la población. Mucho menos el presidente López Obrador, quien busca esconder la tragedia detrás de sus mediciones de popularidad.
La omisión, soberbia, ineptitud e indolencia de estos tres personajes los pinta de cuerpo entero.
ESPRESSO COMPOL
Mientras los gobiernos morenistas buscan ocultarse tras la tragedia, la sociedad civil se organiza para llevar ayuda a nuestros hermanos guerrerenses. Todo comunica.