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LOS FANTASMAS DE PALACIO NACIONAL

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La sucesión presidencial a la mexicana nunca fue mejor descrita que por el caricaturista Abel Quezada. En dicho retrato, aparecía un típico funcionario mexicano, traje pulcro, pero con una tela cubriéndole el rostro, a manera de máscara. Era el tapado, figura mítica de la cultura política mexicana y que parecía haber llagado a su fin con la reforma política de 1996 y la alternancia del año 2000. Aunque después, la serpiente se mordió la cola.

Hoy en día, esa figura fantasmal que representa al tapado, deambula por las oficinas de la Secretaría de Relaciones exteriores, en los edificios legislativos y del antiguo palacio del ayuntamiento, invocado por el nuevo tlatoani y su dedo profético.

El tapadismo, siempre ha representado la práctica más nefasta del sistema político electoral mexicano, porque implica que la sucesión presidencial se maquina antes de la que las personas acudan a las urnas a emitir su voto y el triunfo electoral, se defina en realidad en el despacho presidencial.

Lo grave del caso es que las figuras del tapado y del dedazo fueron concebidas e institucionalizadas en el contexto de lo que Octavio Paz definió como sistema de dominación hegemónica del PRI. Esto es, el retorno de estas figuras, solo tiene sentido si se les sitúa en medio de la paradoja, de una transformación que en el fondo nos remite a las prácticas políticas de mediados del siglo pasado.

La figura del tapado, no obstante, dejaba lugar para las sorpresas, pero siempre era producto de una estrategia política que asegurara la continuidad del mandato de aquel que dejaba la presidencia encargada en manos del peón, si no más capaz, si el más leal. Y tal sistemas, exigía además a los tapaditos, caídos en desgracia, disciplina, y la fortuna de seguir perteneciendo al sistema.

Sin embargo hoy día, pudiera ser uno de esos tapaditos, quien ponga en riesgo la continuidad del partido y de la 4T. Y es que esta voz indisciplinada, no ha dejado pasar la oportunidad, para asegurar que estará en la lista de presidenciables en el 2024.

La anécdota cuenta, que después de abandonar la silla, Gustavo Díaz Ordaz, todas las mañanas se veía al espejo reprochándose la decisión de haber elegido a Luis Echeverría Álvarez, como su sucesor presidencial. Esperemos que después de la jornada electoral de 2024, el actual presidente, pueda mirarse al espejo.

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