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Campañas y pluralidad

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Luis Rubén Maldonado Alvídrez

Es un debate largo que no ha tenido fin: legislaturas van y vienen; presidentes llegan y se van y los cambios al modelo de comunicación política en México ha sufrido cambios que, en sus respectivos tiempos, ha recibido aplausos y críticas por igual. ¿Por qué nuestro país no ha podido consolidar un modelo efectivo de comunicación política? La respuesta, aunque simple, tiene que ver con la falta de miras de quienes han propuesto reformas legales en la materia desde inicios del siglo XXI.

Tras la negativa a aceptar su derrota y su amago de incendiar el país tras la derrota de 2006, Andrés Manuel López Obrador y sus fieles, propusieron como moneda de cambio, una reforma electoral que incluyera cirugía mayor al modelo (incipiente) de comunicación política, el cual, en ese entonces, todavía tenía un tufo de novedad.

¿Para qué sirve la comunicación política?

En el mejor de los escenarios, para gestionar el disenso y potenciar el consenso, según lo define la investigadora Angélica Mendieta Ramírez. Con base en esta capacidad, ¿en México ha servido para potenciar el consenso?

¡Que difícil respuesta!

Nuestro entorno inmediato tiene como contexto el (ya largo) conflicto armado entre Rusia y Ucrania; además del permanente conflicto del presidente de México con cada vez más personajes.  Mientras en estados como Chihuahua, la gobernadora Maru Campos, ha hecho ajustes en su estrategia de comunicación política para intentar unir a sus gobernados alrededor de un propósito común.

Es un entorno muy contradictorio, como sucede en otras entidades de la república mexicana, así como en otras regiones del mundo.

En el contexto de fascinación por el triunfo de Fox, la comunicación política despertó un interés entre la sociedad, clase política y académica mexicana. Derivado de ello se han venido interesantes debates que han derivado en varias reformas legislativas para intentar normar la comunicación política; en el siglo XXI, todo comenzó con la impulsada por AMLO en 2007 y que aún conserva muchas disposiciones vigentes, a pesar de las reformas posteriores, como la realizada en la era Peña Nieto.

Todas las reformas realizadas por el poder legislativo en materia de comunicación política han arrojado un resultado cada vez más limitativo: restringen la libertad de expresión y altera el espíritu de debate que toda democracia debería tener.

Por eso, las vedas famosas que tenemos previo a cada proceso electoral o de participación ciudadana, resultan inoperantes e incongruentes.

¿Queremos un modelo de comunicación política moderno o regresar al modelo de propaganda al estilo soviético?

Esa es la gran pregunta que nuestros legisladores no han querido responder desde inicios de la década pasada.

En el actual contexto electoral, quizás la idea más impopular, es el que destaca la diversidad de ideas, la pluralidad de pensamiento. Sin embargo, en la práctica diaria, se vuelve simplemente una buena intención, una promesa hueca que se lleva una lenta ráfaga de viento.

En las actuales campañas vigentes a puestos de elección popular de índole federal, escuchamos y leemos palabras como “equipo”, “amor”, “fuerza” “juntos”, “pluralidad” son repetidas hasta el cansancio.

¿Cumplirán quienes ganen su promesa de atender a todas y todos los ciudadanos que piensan diferente? ¿Ejercerán la democrática virtud de la tolerancia?

Desde el púlpito presidencial no se pone el ejemplo, será difícil que el ambiente electoral mejore, al contrario, se recrudecerá.

En el 2021 se renovaron algunas gubernaturas mexicanas en una realidad política muy distinta a la del 2016. Casi seis años después, quienes eran enemigos, se han unido como nunca, para repetir una alianza que saque a Morena de Palacio Nacional.  

El Partido Revolucionario Institucional que gobernó monopólicamente México ha quedado reducido a presumir las migajas del poder a las que se aferra; el Partido de la Revolución Democrática no gobierna ningún estado del país y es una fuerza política casi testimonial frente a un Partido Acción Nacional que ha sabido sacar provecho de su vocación opositora.

Estos tres partidos se aliaron en 2021 con éxito para impedir que el partido del gobierno los borrara del mapa político y legislativo; aquel “bloque de contención” se logró y no se regresó a los tiempos en los que un solo partido dominaba la Cámara de Diputados. Sin embargo, ese éxito debe asimilarse con moderación; el reto más grande para la alianza PRI-PAN-PRD lo tienen en las votaciones del 2 de junio próximo.

En algunos casos han postulado candidatos comunes a las gubernaturas y han triunfado, pero a la hora de cumplir acuerdos y repartir posiciones, se ha generado inestabilidad en esta unión porque la pluralidad es una palabra que se dice fácil y rápido, pero se ejecuta con una dificultad gigantesca.

Primero porque ni los priistas ni los panistas pensaron converger en una aventura electoral, muchos menos de gobierno. La pluralidad requiere una visión política amplia y una madurez superior, cualidades que el gobernante puede poseer, pero su equipo de trabajo, que puede venir desde años atrás trabajando con él o ella, puede no tener la amplitud de miras respecto a sumar a más actores de otras fuerzas políticas.

El reto para estos proyectos plurales que buscan frenar a Morena es la comunicación efectiva. Si se quedan cortos de miras y objetivos, no van a avanzar más que rumbo a la fragmentación frente a un partido-gobierno que está engrandecido por las victorias electorales y un liderazgo sólido y altamente eficaz para comunicar.

ESPRESSO COMPOL

Quienes satanizan a los medios de comunicación y los atacan de manera constante, al estar en el poder y al dejarlo, son aquellos que fracasaron en la imposición de un modelo soviético, al cual, a muchos gobernantes y funcionarios, les da mucha nostalgia por que vuelva.

Luis Rubén Maldonado Alvídrez

Es un debate largo que no ha tenido fin: legislaturas van y vienen; presidentes llegan y se van y los cambios al modelo de comunicación política en México ha sufrido cambios que, en sus respectivos tiempos, ha recibido aplausos y críticas por igual. ¿Por qué nuestro país no ha podido consolidar un modelo efectivo de comunicación política? La respuesta, aunque simple, tiene que ver con la falta de miras de quienes han propuesto reformas legales en la materia desde inicios del siglo XXI.

Tras la negativa a aceptar su derrota y su amago de incendiar el país tras la derrota de 2006, Andrés Manuel López Obrador y sus fieles, propusieron como moneda de cambio, una reforma electoral que incluyera cirugía mayor al modelo (incipiente) de comunicación política, el cual, en ese entonces, todavía tenía un tufo de novedad.

¿Para qué sirve la comunicación política?

En el mejor de los escenarios, para gestionar el disenso y potenciar el consenso, según lo define la investigadora Angélica Mendieta Ramírez. Con base en esta capacidad, ¿en México ha servido para potenciar el consenso?

¡Que difícil respuesta!

Nuestro entorno inmediato tiene como contexto el (ya largo) conflicto armado entre Rusia y Ucrania; además del permanente conflicto del presidente de México con cada vez más personajes.  Mientras en estados como Chihuahua, la gobernadora Maru Campos, ha hecho ajustes en su estrategia de comunicación política para intentar unir a sus gobernados alrededor de un propósito común.

Es un entorno muy contradictorio, como sucede en otras entidades de la república mexicana, así como en otras regiones del mundo.

En el contexto de fascinación por el triunfo de Fox, la comunicación política despertó un interés entre la sociedad, clase política y académica mexicana. Derivado de ello se han venido interesantes debates que han derivado en varias reformas legislativas para intentar normar la comunicación política; en el siglo XXI, todo comenzó con la impulsada por AMLO en 2007 y que aún conserva muchas disposiciones vigentes, a pesar de las reformas posteriores, como la realizada en la era Peña Nieto.

Todas las reformas realizadas por el poder legislativo en materia de comunicación política han arrojado un resultado cada vez más limitativo: restringen la libertad de expresión y altera el espíritu de debate que toda democracia debería tener.

Por eso, las vedas famosas que tenemos previo a cada proceso electoral o de participación ciudadana, resultan inoperantes e incongruentes.

¿Queremos un modelo de comunicación política moderno o regresar al modelo de propaganda al estilo soviético?

Esa es la gran pregunta que nuestros legisladores no han querido responder desde inicios de la década pasada.

En el actual contexto electoral, quizás la idea más impopular, es el que destaca la diversidad de ideas, la pluralidad de pensamiento. Sin embargo, en la práctica diaria, se vuelve simplemente una buena intención, una promesa hueca que se lleva una lenta ráfaga de viento.

En las actuales campañas vigentes a puestos de elección popular de índole federal, escuchamos y leemos palabras como “equipo”, “amor”, “fuerza” “juntos”, “pluralidad” son repetidas hasta el cansancio.

¿Cumplirán quienes ganen su promesa de atender a todas y todos los ciudadanos que piensan diferente? ¿Ejercerán la democrática virtud de la tolerancia?

Desde el púlpito presidencial no se pone el ejemplo, será difícil que el ambiente electoral mejore, al contrario, se recrudecerá.

En el 2021 se renovaron algunas gubernaturas mexicanas en una realidad política muy distinta a la del 2016. Casi seis años después, quienes eran enemigos, se han unido como nunca, para repetir una alianza que saque a Morena de Palacio Nacional.  

El Partido Revolucionario Institucional que gobernó monopólicamente México ha quedado reducido a presumir las migajas del poder a las que se aferra; el Partido de la Revolución Democrática no gobierna ningún estado del país y es una fuerza política casi testimonial frente a un Partido Acción Nacional que ha sabido sacar provecho de su vocación opositora.

Estos tres partidos se aliaron en 2021 con éxito para impedir que el partido del gobierno los borrara del mapa político y legislativo; aquel “bloque de contención” se logró y no se regresó a los tiempos en los que un solo partido dominaba la Cámara de Diputados. Sin embargo, ese éxito debe asimilarse con moderación; el reto más grande para la alianza PRI-PAN-PRD lo tienen en las votaciones del 2 de junio próximo.

En algunos casos han postulado candidatos comunes a las gubernaturas y han triunfado, pero a la hora de cumplir acuerdos y repartir posiciones, se ha generado inestabilidad en esta unión porque la pluralidad es una palabra que se dice fácil y rápido, pero se ejecuta con una dificultad gigantesca.

Primero porque ni los priistas ni los panistas pensaron converger en una aventura electoral, muchos menos de gobierno. La pluralidad requiere una visión política amplia y una madurez superior, cualidades que el gobernante puede poseer, pero su equipo de trabajo, que puede venir desde años atrás trabajando con él o ella, puede no tener la amplitud de miras respecto a sumar a más actores de otras fuerzas políticas.

El reto para estos proyectos plurales que buscan frenar a Morena es la comunicación efectiva. Si se quedan cortos de miras y objetivos, no van a avanzar más que rumbo a la fragmentación frente a un partido-gobierno que está engrandecido por las victorias electorales y un liderazgo sólido y altamente eficaz para comunicar.

ESPRESSO COMPOL

Quienes satanizan a los medios de comunicación y los atacan de manera constante, al estar en el poder y al dejarlo, son aquellos que fracasaron en la imposición de un modelo soviético, al cual, a muchos gobernantes y funcionarios, les da mucha nostalgia por que vuelva.

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