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REVOCAR

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Rafael G. Vargas Pasaye

Dejar sin valor o efecto una ley, una norma o una disposición, es la acepción del verbo revocar, y esto se da de manera frecuente en los recintos legislativos de nuestro país, sin embargo, la palabra se puso en el foco de atención porque por primera vez (otra de las frases tan gastadas por la clase política) tendremos en nuestro país una consulta popular donde se votará por la revocación de mandato del presidente.

El Instituto Nacional Electoral (INE) define la revocación de mandato como “el instrumento de participación solicitado por la ciudadanía para determinar la conclusión anticipada en el desempeño de la persona titular de la Presidencia de la República, a partir de la pérdida de la confianza”. Si bien se planteó que tuviera lugar en la elección intermedia, se generó todo un debate pues muy probablemente la aparición en una boleta electoral que incluyera algún elemento que mencionara a López Obrador beneficiaría, en ese momento, a los y las candidatas de su fuerza partidista.

Luego de un debate se decidió que fuera este 10 de abril de 2022 la fecha en que se efectuara, ese día al asistir a las casillas recibiremos una boleta donde nos preguntarán “Estás de acuerdo en que a Andrés Manuel López Obrador, Presidente de los Estados Unidos Mexicano, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o siga en la Presidencia de la República hasta que termine su periodo?”, y hay dos posibles respuestas: “Que se le revoque el mandato por pérdida de confianza”, y “Que siga en la Presidencia de la República”.

Incluso la redacción de la pregunta misma generó debate en la Suprema Corte de Justicia, porque al ser un hecho inédito tenía al menos que ser atractivo, pero en ocasiones la jurisprudencia no va al ritmo de la realidad.

Todo el proceso ha estado marcado por la narrativa que más le conviene a la estrategia presidencial, primero con la puesta de la consulta como tal, su aprobación desde la fuerza del estado, cuando normalmente quien pide una revocación es la oposición, aquí en México, en el lopezobradorismo, se busca que sea para continuar con los altos índices de popularidad, aunque no siempre vayan a la par de resultados, son caminos distintos, y se ha optado por apostarle a la popularidad.

Esa narrativa incluye el antagonismo, señalando al mismo INE como enemigo, siendo éste el garante que organizó la elección de 2018 que lo llevó a la presidencia, y el mismo que en 2012 y 2006 le dijo que alguien más le había ganado. Ese estilo que va desde la conferencia de prensa mañanera presidencial, punta de lanza de la estrategia de gobierno, a acusar al INE y a algunos de sus consejeros, de estar coludidos o responder a diversos intereses, que de alguna forma han minado en la fortaleza de quien garantiza la imparcialidad de los procesos electorales en México, baste recordar que Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) pidió al INE ayudar en la selección de su actual dirigencia para abonar a la incongruencia de las acusaciones.

Para que tenga validez esta votación del 10 de abril se requiere la participación de al menos el 40% del listado nominal, que actualmente rebasa los 93 millones, esto es, se necesitan más de 37 millones de sufragios (en la presidencial de 2018 la participación nacional llegó al 63%, mientras que en la extraordinaria al senado de diciembre en Nayarit fue de 14.6%), pese a que se redujeron el número de casillas en comparación de elecciones presidenciales, por el gasto que representa para el INE, de ser el número menor que este porcentaje, sin importar el resultado, no tendría efecto legal.

Pero es por demás sabido que lo que busca el presidente no es un tema legal, sino mediático, donde como ya han brotado de manera “espontánea” por igual espectaculares, que volantes u otras muestras de apoyo, contraviniendo el espíritu de la veda electoral, pero de nuevo, lo legal aquí pasa a segundo término, aquí el riesgo que corre el presidente es que el tan repetido apoyo de 30 millones de mexicanos y mexicanas, no se refleje en la revocación de mandato, y ese sea un costo que paguen los gobiernos estatales y municipales emanados de MORENA.

De allí la importancia de la revocación, de la movilización para que la gente participe, pese al desánimo que representa, pese al hecho histórico de ser la primera vez, sin embargo, ya es tan de uso común que pareciera que el que mejor revoque será un gran revocador, y allí sí gane el que más votos le lleve al presidente para acercarse a los como se ven hoy lejanos 30 millones de votos.

@rvargaspasaye

www.consentidocomun.mx

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