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Primera secretaria penitenciaria en Durango

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MiriAle Cisneros

Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, cuando las mujeres salen a marchar por mayor protección, seguridad, mejores derechos laborales, social… salen a marchar por un lugar más justo, inclusivo e igualitario. Pero también se recuerda a aquellas mujeres a lo largo de la historia fueron las primeras en algo, y que sentaron las bases para una igualdad de género.

Como duranguense y mujer, quiero no sólo conmemorar a todas las mujeres que ya no están, que dieron sus vidas para que podamos votar, tener derechos, obligaciones, y ser dueñas de nuestras pertenencias, de nuestro cuerpo y de nuestras vidas. Este 8 de marzo, quiero conmemorar a una gran mujer, una heroína en la historia de Durango, que con su liderazgo, ejemplo, trabajo, inteligencia y dedicación marcó un antes y un después para todas las mujeres de nuestro Estado.

Se trata de mi abuela paterna, Trinidad Pérez Piña, aunque en lo familiar, todas y todos la conocíamos como Doña Cata, es el primer ejemplo feminista en mi vida, porque ella, fue la primera secretaria mujer en trabajar en el Centro Penitenciario de Durango.

Mi abuelita Cata, originaria de Hormiguero, Coahuila, tuvo una niñez y una juventud muy triste, ya que sus papás, mis bisabuelos, la abandonaron con su tía, aquí en Durango.

Aquí vivió con su tía, quien se dedicaba a la alta costura, y a la par, apoyaba a mi abuelita para que estudiara. Así fue, como estudió para ser secretaria en la Academia Pedro Chávez, y al salir de la academia, ingresó a trabajar como secretaria en la Penitenciaria ubicada en la calle 20 de noviembre y Carlos León de la Peña.

Durante siglos esta penitenciaria había sido un espacio sólo para hombres, aquí, no entraba ni pisaba una mujer, mucho menos se permitía tener puestos laborales ocupados por mujeres.

Todo esto cambió cuando mi abuela Cata entró a trabajar como secretaria, convirtiéndose en la primera secretaria mujer en trabajar en el Centro Penitenciario de Durango.

Y como era la única mujer, a ella la tenían que encerrar en las oficinas para que no la molestaran o la agredieran los reos; y cuando salía de allí, lo hacía casi a escondidas, para que no la vieran, y tampoco supieran todos de su existencia.

A pesar de estos inconvenientes, ella siempre fue leal a sus convicciones y a sus sueños, y gracias a su valentía, a su paciencia y a su vocación, fue, es y será por siempre, la primer mujer secretaria en trabajar en la penitencia de Durango.

Por ello, a pesar de que ya no esté físicamente con nosotros, su familia, como mujer, y como nieta, siempre la voy a recordar, y siempre voy a honrar su legado con mucho amor, con coraje y con pasión.

Ella con su ejemplo, me enseñó, que las mujeres tenemos el mismo valor que los hombres, y siempre podemos ser líderes, y ser las primeras en hacer algo. Lo importante es ser fiel a ti.

El género, es una condición social, sexo es una condición biológica, pero jamás, debe ser un impedimento para soñar tan grande como uno quiera, y mucho menos, para hacer y dedicarse a lo que más te apasiona.

Por ella, y otras mujeres duranguenses, heroínas anónimas que transformaron la historia de nuestro estado y de nuestro país. Mujeres que cruzaron los techos de cristal, que rompieron paradigmas, y que nos brindaron un Durango con mayor igualdad de género.

Por mi abuela, y por todas, hoy les agradezco, y hoy les honro, por su amor, por su ejemplo y por vida. Hoy, todas somos Ustedes, y seguimos en la lucha por un Durango y un México donde las mujeres sí seamos tratadas por igual, sí seamos protegidas, y sí seamos dueñas de nuestro tiempo y de nuestra vida.

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