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EL MALESTAR DE Y EN LA CULTURA

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José Enrique Rodríguez Oceguera

Cada día se da un nuevo atropello al sector cultural y a los derechos culturales. Según marca la Constitución Política en su artículo cuarto, los mexicanos tenemos derecho a la cultura, tanto en su vivencia como en su disfrute. Esto significa que los derechos culturales no son una dádiva o algo que nos regala el gobierno, es un derecho humano.
Cuando se dio el cambio de gobierno en 2018, o de régimen como algunos prefieren decir, numerosos artistas e intelectuales se mostraban optimistas ante la posibilidad de levantar vicios existentes en la administración de cultura y recibir como sector cultural mayores recursos tanto para creación como para infraestructura y difusión. El tiempo les ha ido desengañando.
Altos funcionarios federales han cometido actos y emitido declaraciones que poco o nada benefician al sector y a la actividad cultural en general. Desde desaparecer al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) hasta dejar sin infraestructura a las bibliotecas públicas. Si parafraseamos a Sigmund Freud, la cultura parece ser un mal para la autollamada Cuarta Transformación. Algo peligroso que es mejor evitarle al pueblo sabio. Algo que élites y privilegiados controlan para su propio y único beneficio, en detrimento de las necesidades básicas.
Un actor de cine muy cercano a las tesis del gobierno lanzó una declaración que engloba las falsas equivalencias y fanatismos propios de las ideologías más totalitarias. “Prefiero ver comer a los niños a que apoyen el cine”, aseveró este corifeo. ¿Desde cuándo las funciones propias del Desarrollo Social se excluyen con las educativas y culturales? La falsa equivalencia es un error metodológico muy usado en la actualidad para desacreditar cualquier cosa que estorbe al discurso dominante. El falsamente progresista en este caso.
Un hecho más, el protagonismo de los directivos culturales. Desde autorizar festejos para alagar abusadores sexuales de sectas religiosas hasta presentar la voz de una artista plástica a fin a su ideología, a sabiendas que su autenticidad no está probada. El cierre temporal de Biblioteca de México y Biblioteca Vasconcelos, las trampas en los concursos literarios, así como el acomodo de amigos afines a la Cuarta Transformación, son la nueva norma. Ya no hay mérito, rumbo o actuar con un sentido de estado en la política cultural.
A pesar de ello, cientos de funcionarios, promotores y artistas siguen haciendo correctamente su trabajo, pero ahora con el enemigo en casa. Por fortuna, en la historia universal, crecer el espíritu no ha dependido solo del príncipe y esta no será la excepción. Más de un mexicano ya tiene su propio plan, ese es el signo visible de humanismo y civilización ante ideologías y sectarismos, en este caso de izquierda radical.

Maestro en Políticas Públicas, ITAM.
@jerodriguezo

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