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La naranja mecánica

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Liuis Rubén Maldonado Alvídrez

Hace un par de semanas, en este espacio, escribía lo siguiente: “la palabra ha pasado a mejor vida y se ha devaluado mucho. La política es un gran ejemplo de las actividades que han devaluado a la palabra como herramienta; tantas veces han prometido los políticos con sus palabras y tan pocas han cumplido que, con cada proceso electoral, la sociedad se da cuenta que la palabra cada vez vale menos”.

En estos últimos días todo México ha sido testigo de que la clase política es quien más se empeña en devaluar la palabra: Samuel García, el gobernador con licencia del estado norteño de Nuevo León es el ejemplo más contundente.

Y luego hay sorpresas de la baja credibilidad de las y los políticos en México: utilizan el poder de la palabra para seducir a un electorado cada vez más escéptico y apático hacia la clase política. Batallan para ganarse la confianza de una sociedad que cada vez se decepciona más de partidos políticos y sus representantes, una vez que logran ganarse la confianza mediante el voto, no valoran el respaldo de la ciudadanía y la traicionan como lo hace cualquier galán de las novelas de la televisión: con descaro, cinismo y con la esperanza de ser aplaudido.

Lo peor de todo es eso: hay un sector social que aplaude a políticos como el regiomontano pintado de naranja.

Para poner en contexto: en junio del 2021, García cuando era gobernador electo, aseguró que su gobierno sería de seis años. Y recalcó que no le iban a ganar las ambiciones ni las tentaciones, y llamó a la unidad de a todas las fuerzas políticas para construir un nuevo estado.

«Este es para mí el mayor reto de mi vida, lo que hoy se logró, no tengo palabras, llego con 33 años, representando una nueva generación, espero, la nueva generación política que el país desea.  Pero no se confundan, van a tener un gobernador de seis años, no van a ganar las ambiciones ni las tentaciones, voy a dedicar lo mejor de mi vida, lo mejor de mi tiempo 24 horas, los siete días de la semana a Nuevo León, voy a destinar la capacidad de mi equipo, de un servidor, para poder entregarle al estado a mis 39 años un nuevo Nuevo León».

Mil y un veces durante la campaña por la gubernatura de Nuevo León aseguró que no sería como su antecesor, Jaime Rodríguez “El Bronco”, quien abandonó el gobierno neoleonés para ser un candidato presidencial muy marginal.

El pasado 5 de noviembre, García anunció que siempre si imitaría al “Bronco”.

Dos años después de prometer que no repetiría la “aventura política” de su predecesor, Jaime Rodríguez “El Bronco”, finalmente Samuel García destapó su intención de buscar Presidencia de la República en 2024.

Lo hizo en un acto masivo en el que dijo: “vamos por la Presidencia de la República” ante alcaldes y diputados locales del partido naranja y funcionarios de su gabinete. La parafernalia se hizo presente con lonas con la leyenda “Samuel Presidente” y gritos de “Presidente, Presidente”, a lo que respondió que busca replicar los logros de su administración para todo México.

“Vamos por la Presidencia de la República para convertir a México en el País que queremos, como Nuevo León lo ha logrado”. En escasos dos años, García cree que ha logrado mucho para un estado próspero que ya sufrió malos gobiernos y abandono por ambiciones personales.

Samuel demuestra que no concibe una nueva manera de hacer política, que es como cualquier político que seduce y engaña para hacer lo que le venga en gana; que su palabra no vale tanto como sus ambiciones y su compromiso de ser comparsa de López Obrador y su candidata oficial a la presidencia.

Samuel está enloquecido. Quizás padece el el síndrome de la Hubris, aquel trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido y desprecio por las opiniones y necesidades de los demás. La palabra hubris, de origen griego, significa orgullo o arrogancia.

García y su nuevo Nuevo León no son más que expresiones de un joven ambicioso que ha mordido la manzana de la ambición desmedida por el poder en detrimento de quienes le vieron como representante de una nueva generación de políticos y ha resultado ser la misma naranja mecánica de siempre.

ESPRESSO COMPOL

Son casos tan repetitivos como el de Samuel, y antes el Presidente López Obrador, así como tantos candidatos y candidatas que han ganador otros puestos y que no cumplen con lo que prometen, quienes hacen que la palabra en política valga menos y sea muy difícil conquistar al electorado.  

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