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El papel de la maestra y la educación en la época post pandemia

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Mariana Alejandra García Rivas

Lo que significa ser maestra, y la época que me toca vivir, es la de una desvalorización al trabajo y a la figura del ser maestra. Me explico, cuando era niña la figura del maestro o maestra era de respeto y admiración, incluso si era exigente, de temor. Cuando alguien se expresaba de esta figura era siempre con respeto, aunque, no faltaba el o la rebelde que se atreviera a vociferar algo en contra de quien nos enseñaba. Ahora pasa lo contrario, los comentarios escasos son para hablar con respeto y admiración de esa figura que nos comparte y enseña conocimiento.

¿Por qué ya no es sujeto de respeto y admiración?, ¿en qué momento se ha ido desvaneciendo la palabra respeto?, porque creo que tiene que ver con eso, este momento de la historia, el papel que juegan los maestros y las maestras en la sociedad.

Recapitulemos, hace 20, 30, 40 años o más, se creía que el maestro era la llama del conocimiento, ya que nadie sabía más que él (lo pongo en masculino, porque así era, incluso el ser varón parecía ser un plus al ser trabajador de la educación, aunque fueran más las mujeres que se desarrollaban en ese rubro). Por su parte, el ser mujer no era una cuestión de sabiduría e inteligencia, sino una cuestión más maternal, donde la maestra era una extensión de la madre en el aula y te enseñaba conocimiento, pero con más calidez que el profesor, incluso de una educación más propia de la casa que del aula. Había también maestras, que a su manera, estaban masculinizadas, reflejaban la fuerza de ambos sexos, respeto (disfrazado de temor) y conocimiento, algunas eran mujeres de un temperamento sensible.

Y es aquí donde podemos empezar analizar esto del respeto. Parecería que el respeto ha ocultado al miedo, y esas figuras de respeto en realidad se le tenía miedo, además que no había espacios en el aula donde se rompiera la relación estructural de una figura de poder frente a los que estaban ahí para obedecer. El alumno solo estaba sentado, con su oreja entrenada para oír, su mano lista para alzar (cuando se le pedía hablar o participar), o lista para anotar lo que había que anotar; mientras el maestro hablaba y hablaba, y pasaba de un tema a otro, daba instrucciones de qué había que hacer, y poner o imponer la disciplina.

El tiempo ha pasado y la Secretaría de Educación Pública ha evolucionado, propio de lo que demanda el entorno y los organismos internacionales; así también el papel del maestro en el aula y frente al alumno y la sociedad. Hace aproximadamente 15 años empecé a escuchar el término que se le daba al maestro de “facilitador”, acompañado de la «educación por competencias». Las competencias tienen que ver con el desarrollo de capacidades para que el alumno pueda enfrentarse a la vida cotidiana, o lo que también podemos llamar praxis. Esto viene acompañado de un nuevo paradigma de lo que es la educación en México, del papel de los maestros en la sociedad, y claro del debilitamiento de los sindicatos que protegen al gremio. Recordemos que todo esto se da dentro del neoliberalismo y la globalización.

El maestro se debilita económicamente por el propio desvalijamiento que sufre el magisterio, el grueso de población que se dedica a la docencia, actualmente trabaja para vivir. Las plazas comienzan a desaparecer y empiezan los contratos y los exámenes de oposición, esto parece un momento de oportunidad para entrar a un gremio cerrado, dónde sólo los descendientes del magisterio tenían acceso a él. A cambio nos enfrentamos de nuevo al mercado, y una cuestión de oferta y demanda, o una sobreoferta de mano de obra calificada y un subconsumo de esa mano de obra; bajando el precio de la mano de obra magisterial.

Ello lleva a que el maestro ya no representa una figura de poder económico. El maestro ya no sabe todo, no porque las nuevas generaciones de maestros sean unos ignorantes, sino porque todos tienen acceso a la información desde cualquier escala que se encuentren y al instante: internet (convirtiéndose éste en el gran maestro y sabelotodo). Es más fácil saber si el maestro sabe o “nos está cuentiando”.

El maestro ya no es quien cultiva la semilla y la cuida para verla crecer. El maestro es un facilitador y un compilador de información, que se convierte en un intermediario entre el conocimiento, que es sobajado a información flotante. Esto quiere decir, que el docente requiere ser creativo para enseñar, tiene que hacer interactuar al sujeto (el estudiante) con el conocimiento (información).

El alumno no debe estar ahí para acatar, escuchar y obedecer, ni mucho menos reflexionar… el alumno es un sujeto de acción, que se supone, debe aprender a manipular -operar (usar) el conocimiento (información). Esto nos lleva a otro problema: la teoría tiende a desaparecer, porque es rígida, aburrida, y nadie la entiende. La ciencia parece ser complicada y abstracta, y no sirve para la vida diaria; por eso el conocimiento llega al alumno en un estado de información o datos.

Entonces el maestro aparece aquí como un facilitador porque ahora es él quien va a tener que procesar el conocimiento para transmitirlo digerido, convertido en información, y llegue así al alumno creando un gran problema. El alumno ya no tiene que hacer un proceso mental para comprender el conocimiento (que es ciencia), sino que se lo dan en una actividad, en un juego, en una dinámica, en un ejemplo cotidiano (información), y queda en una anécdota. Y está bien que se brinden herramientas para facilitar la comprensión del conocimiento, pero no podemos basar el conocimiento sólo en una “anécdota”.

A eso sumemos la era digital, donde el alumno y el maestro dejamos de arrastrar el lápiz o el gis, para entrar a las TIC’s, y eso implica seguir restando al ejercicio mental que se hacía en clase. El escribir a mano nos suma agilidad mental, se convierte en un recordatorio o memoria mental, pero el digitar, o tomar capturas de pantalla o fotos, nos lleva al ocio mental, donde no hay recuerdo, ni ejercicio, creando mentes poco reflexivas y críticas.

Leer un libro es ejercicio mental, agiliza la mente te hace ser más eficiente mentalmente y nos permite ser críticos. Apantalla más una pantalla con sus millones de gamas de colores y brillos, que el maestro de carne y hueso que lee un libro. Estamos en un era digital, y eso nos lleva a cuestionarnos sobre el destino que tomará la educación, y sobre el papel del maestro en ese proceso, que indudablemente está en una “metamorfosis”, su rol en el proceso de enseñanza-aprendizaje (que esperemos no sea al estilo de Kafka). Eso se ha dejado entre ver con la educación desde casa, donde entraron en boom, gracias a la pandemia, las aulas y plataformas digitales, y el e-learning; donde se requieren alumnos autodidactas, el espectro de un facilitador, dispositivos, internet, y guías que simplifican el conocimiento en datos que los alumnos recuerdan.

Pero la educación no va a quedar aquí, el proceso de la educación, de las metodologías de enseñanza, seguirán en evolución… queda claro que estamos en un proceso de transición… la pregunta es ¿hacia dónde nos lleva esta ola? Es lo que aún no podemos ver. Todo esto explica un poco lo que es ser maestra y maestro hoy en día, la caída del precio de nuestra mano de obra, la caída del reconocimiento público, la poca respuesta de respeto a nuestro trabajo y el poco implicamiento de labor social del maestro en la sociedad, pareciera que nuestro papel ya no es cultivar conocimiento y crear profesionistas, sino facilitar el conocimiento, sobajando a datos interesantes, o simple información. Entonces ¿La educación dónde queda?

La autora es profesora universitaria.

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