Norma Galván / Mundo Barbie
Barbie significó la posibilidad de crear y recrear mundos e historias desde mi imaginación. Mi infancia rodeada de 4 hermanos mayores pasó por varias etapas, desde aprender a jugar con ellos al 1-2-3 con carritos pequeños, a las canicas, a buscar insectos en nuestro patio, a ir a jugar a la Ciudad de la Cultura futbol y otras cosas, hasta jugar yo sola con mis muñecas, la estrella de ellas era Barbie.
Tuve algunas muñecas, mis favoritas eran la gimnasta y la que tenía el cabello larguísimo (que no tardé en cortarle para poner mi propio estilo), me encantaba hacerles sus vestidos, desde entonces les diseñaba su ropa con ropa que ya no se usaba en casa, aprovechaba algunas llantas o refacciones de los juguetes descompuestos de mis hermanos para hacer sus carros con cajas de zapatos y eso, eso era genial.
Recuerdo que mi mamá se ponía a jugar conmigo en muchas ocasiones, aunque generalmente jugaba sola. Por varios años deseaba tener la casa de Barbie, esa que anunciaban en la tele, sin embargo al ser 5 hijos en casa, los juguetes debían ajustarse a un presupuesto justo para todos y así cubrir las demás necesidades de casa. Mi papá, que hacía de todo en casa, desde participar en la construcción de nuestra casa hasta realizar todos los trabajos que se requerían de mantenimiento, estuvo trabajando por un tiempo en prepararme una sorpresa y un buen día llegó ese momento: me regaló una casa para mis Barbies hecha por él de madera de triplay, eso sí, era de un solo piso.
Recuerdo que mi mamá me ayudó para que la completáramos con los mueblecitos perfectos que se hacían de madera y tela que encontraba uno en los mercados y parecían réplicas de los de tamaño real. Ése es el mejor recuerdo que tengo de Barbie. Para mí significó una etapa para imaginar y crear historias, para hacer diversas versiones de mis muñecas (y de mí misma), para fortalecer y crear nuevos lazos con mi mamá y papá, para dejar algo de mí en mis hijas y sobrinas, pues guardé la mayoría de mis muñecas y hasta hace apenas unos años se las regalé a ellas como un tesoro que guardaba esos momentos de mi infancia.
Creo que el verdadero valor de esta muñeca tendría que ser su evolución, abrir paso a la diversidad de realidades y adaptabilidad, que lleve a la niñez a encontrar su mejor versión, eliminando estereotipos de género, que más que utopías promueva la libertad y respeto a la individualidad.
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*Rectora de la Universidad Autónoma de Nayarit.