Gerson Hernández Mecalco
El hombre de gobierno debe ser virtuoso y actuar siempre en beneficio de sus ciudadanos y ser poseedor de experiencia, inteligencia y sabiduría decía Plutarco, el gran polígrafo griego nacido en Queronea. Sin embargo, en caso de no poseer ninguna de estas virtudes debe estudiar y capacitarse para dirigir y no dedicarse a dogmatizar y creerse siempre en posesión de la verdad. Esto se escribió en Grecia en el año 50 d. C., pero es más actual de lo que parece. Como dicen los que saben “no soy quién para darles un consejo”, pero ojalá le echen una leída los asesores de López Obrador, Meade, Anaya y Barrales (bueno menos Adolfo Orive, quien no es el goleador del América, sino el plagiador de la propuesta de proyecto de nación del Frente -ya les contaré-); pero mejor vamos por partes:
Consejos a los políticos y conflicto de interés. El libro de Plutarco está dividido en dos grupos: 1: se brindan los consejos para iniciarse en la política, las virtudes y capacidades necesarias en el aspirante a ocupar un puesto en la vida pública y los dos caminos para ingresar y 2: se explica cómo deben ser el comportamiento y las actuaciones del político, una vez alcanzado un cargo con poder gobernar. En la primera parte aconseja que no se debe elegir la política por un impulso repentino, por no tener otras ocupaciones o por lucro, sino por convicción, sin buscar la propia reputación, sino el bien de los demás, se debe estudiar el carácter de los ciudadanos, para comprenderlos y emplear los medios con que dominarlos mejor. “Con los amigos el político debe ser todo lo bueno que permitan los intereses del bien público, no actuando nunca contra la legalidad y la justicia” dice el Maestro José García López, estudioso de la obra.
Comunicación política. Plutarco aconsejaba cuidar la forma de hablar cuando uno se dirige al pueblo. No estoy de acuerdo cuando afirma que “el discurso del político no debe ser teatral ni erudito”, ya que sería muy aburrido, en cambio coincido que sí admite citas de personajes, relatos históricos y míticos, y metáforas. Aconseja que en el discurso político puede emplearse el sarcasmo y la broma, en el momento oportuno y siempre que se responda a una provocación. El político debe emplear un discurso pleno de sentido y bien pensado, para poder contestar con éxito a cualquier pregunta o ataque. Con respecto al debate político, su discurso debe estar acompañado de una voz potente y unos pulmones llenos de fuerza -no puedo dejar de pensar en la voz de Javier Duarte-.
Este libro me lo recomendó hace unos días el Dr. Edgar Espinal, académico de la División de Derecho, Política y Gobierno de la Universidad de Guanajuato, cuando me invitó a platicar son sus alumnos de “La comunicación políticamente incorrecta”. Tal vez después de esas charlas y la lectura de Plutarco el consejo más acertado es que en política debemos moderar nuestro deseo de honores, pues es igual de pernicioso que el amor por el dinero, sabiendo que el verdadero honor lo tenemos dentro de nosotros, que crece con la reflexión y la contemplación de nuestras actuaciones políticas y que no debe ser considerado como un salario por las mismas, pues el honor mejor y más seguro es el que se distingue por su sencillez; ¡vaya que es complicadísimo llevarlo a cabo!
Un consejo más para las campañas electorales del próximo año, Marco Aurelio decía que “todas las mañanas recuerda repasar esta cuenta: hoy tropezaré con al menos un fisgón, un ingrato, con un provocativo, con un doloso, con un envidioso y con un intratable, pero yo sé bien que la causa de todos estos vicios es porque estas personas ignoran el bien y el mal. Por el contrario, yo he aprendido y meditado, por una parte, que la naturaleza del bien consiste totalmente en lo honesto y la del mal en lo torpe”.
Académico de la FCPyS-UNAM, IPN y consultor político
@gersonmecalco