Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Hace algunos años asesoré la campaña de un candidato en el estado mexicano de Morelos, ahí donde nació y murió el revolucionario Emiliano Zapata. Cuando mi cliente recién exploraba la posibilidad de una candidatura, me invitó a comer a un restaurante. Nuestra presencia fue un tanto discreta, en contraste con otra persona que entró minutos después de nosotros, quien con su sola presencia llamó inmediatamente la atención de los comensales, quienes comenzaron a saludar desde la cercanía y lejanía.
“No sé cómo le hace. Pero, siempre, a dónde va, este cuate siempre llama la atención. ¿Qué no puede ser discreto por una vez en su vida?”, musitó con frustración mi cliente.
Ya pasada la escena, volvió hacia mí para darme detalles de su frustración: el tipo le caía mal por eso, porque no pasaba desapercibido en ningún lado. “Le he criticado por años. Lo saludan en todos lados, se hace notar como todo un fanfarrón”, me decía en aquella ocasión.
Comenzaron mis cuestionamientos: ¿por qué le das tanta importancia a él? ¿En qué afecta tu vida diaria? Y otros tantos más, porque no paraba de ser el tema durante la comida. Después de varias preguntas que le hice, pausó un buen rato y me dijo: ¿qué tiene él que no tenga yo?
Ese era el meollo del asunto: mi cliente quería esa atención tan natural que capturaba la persona que entró al restaurante poco después de nosotros. “Yo nunca llamo la atención en ningún lado, ya no quiero pasar inadvertido”, me dijo. Lo cual era una confesión importante, dado que estaba analizando sus posibilidades como candidato de un partido emergente.
Y puse manos a la obra. Analizar a profundidad la personalidad de mi cliente.
¿Qué es la personalidad?
Según la Real Academia de la Lengua Española es: diferencia individual que constituye a cada persona y la distingue de otra o conjunto de características o cualidades originales que destacan en algunas personas.
Según la psicología, una de las definiciones más completas es la de José Bermúdez Moreno: “organización relativamente estable de características estructurales y funcionales, innatas y adquiridas bajo las especiales condiciones de su desarrollo, que conforman el equipo peculiar y definitorio de conducta con que cada individuo afronta las distintas situaciones”.
Entonces, la personalidad se modela y supone un conjunto de rasgos flexibles que caracterizan a un individuo, explican su conducta y lo hacen distinto de los demás. La personalidad es la tendencia estable de una persona a pensar, sentir y actuar de una determinada manera.
Hay un componente fundamental que explica nuestra personalidad y que está en nuestra en la genética: el temperamento.
El otro componente es el carácter, que no viene en la genética, sino que es fruto de los modelos de aprendizaje y experiencias que vivimos desde que nacemos, y nuestros propios mecanismos de aprendizaje.
Hay varias clasificaciones de los rasgos de la personalidad, y en el caso de mi cliente morelense, encontré que encuadraba en los siguientes:
Reservado: prudentes, serias, críticas, evitan salir de la rutina y no están tan abiertas a la novedad.
Introversión: disfrutan del tiempo que pasan a solas, prefieren estar solos o relacionarse con grupos pequeños de personas.
Dubitativo: suelen ser reservadas, individualistas, dudosas, inseguras, muestran temor a equivocarse, entre otros.
Sumiso: acostumbran a mostrarse ante otras personas de manera obediente, dócil, cede con facilidad, insegura, conformistas, evitan los conflictos.
Relajado: personas calmadas, tranquilas, sosegadas, tolerantes.
Para querer ser candidato y querer ser tan magnético como el personaje que criticó al entrar al restaurante, mi cliente parecía no tener oportunidad alguna con sus rasgos de personalidad. Había que encontrar los que se podían explotar para definir su personalidad como candidato y buscar cambiar otras totalmente necesarias para una campaña.
Pero su principal problema era la falta de carácter: un tipo que “se deja llevar” y no tiene definiciones propias. Es decir, muy influenciable y ese fue el principal obstáculo. En una obsesión por pertenecer a todos los grupos sociales posibles y sentirse “a la moda” o “muy cool”, sus gustos eran tan cambiantes como las tendencias o las modas.
En la actualidad, hay un sinfín de candidatos y candidatas que han ganado o perdido elecciones, son parte de la historia de la comunicación política que la falta de carácter es un factor por el cual han obtenido la victoria o la derrota. Si alguien quiere ganar una elección, el carácter es fundamental para los electores.
Un candidato “que se deja llevar” nunca llegará a buen puerto.
Las y los ciudadanos esperan que un líder controle el timón del bote y no que se deje llevar por la corriente.
ESPRESSO COMPOL Construir la imagen pública de una candidata o candidato va de la mano de analizar y entender la personalidad del individuo para potenciar sus mejores rasgos y atributos, así como cambiar otros tantos, siempre y cuando haya colaboración