Por Gerson Hernández Mecalco*
El Mariachi es vida, muerte y esperanza. Un sombrero de charro es un imán para los turistas que visitan México, quienes piensan que llegará un caballo con jinete y pistola a toda velocidad. Los Mariachis son unos de los mejores voceros de nuestra cultura y folclor en los mundiales de futbol. Nuestro país es tierra de compositores como José Alfredo Jiménez y la serenata Huasteca donde interpretó una y otra vez: “Canto al pie de tu ventana, Pa´que sepas que te quiero…”; y el jalisciense Blas Galindo con “El son de la negra”. La música de mariachi nos acompaña en fiestas y velorios; alegrías y tristezas; amor y desamor. Pero los mariachis son trabajadores que aún no tienen su reconocimiento social por parte del gobierno mexicano acorde a su papel simbólico.
Para Julio Rosas Sanchez en su tesis: “Los principios rectores y estatutos para constituir la Asociación Profesional de músicos de Mariachis” (UNAM), la palabra mariachi proviene de la intervención francesa y la palabra mariage que significa matrimonio, que era como se le conoció a la música de orquestas de pueblo. Sin embargo, Alejandro Toussaint dice que proviene de las indígenas cocas (mezcla de otomíes y nahuas) en Cocula, Jalisco y significa “lo que suena a corrido”, “lo que suena en el cerro”, o “el indio está contento”. También se usaba para nombrar a la tarima donde zapateaban los danzantes. En esa época realizaban danzas religiosas con instrumentos como el Teponaztli con un palo hueco y el huehuetl, un tabor prehispánico, además de caracoles y flautas. Al combinarse con la cultura española, se comenzaron a utilizar la guitarra, guitarrón (instrumento hecho en México), violines, trompetas y vihuela.
Para Chucho Gama, director del Mariachi Gama 1000, el origen del mariachi moderno se remonta a más de 130 años. El primer Mariachi fue el de Cirilo Marmolejo. Acepta que la época del cine de oro contribuyó a que se popularizaran en la famosa Plaza de Garibaldi y la cantina el Tenampa, que salía mucho en las películas donde se veían los puestos de quesadillas de chicharrón, huitlacoche, pozole y un buen tequila. Cuenta que Miguel Martínez fue el pionero para que el mariachi utilizara una trompeta, e incluso el estilo de tocar con cuatro violines. Las películas que popularizaron al mariachi fueron: “Como México no hay dos”, “Los tres García” y “Los tres Huastecos”, donde Pedro Infante, Jorge Negrete y otros mostraron el melodrama ranchero.
En los años 1905 y 1910 de la Revolución Mexicana se empieza a hablar de las primeras serenatas, que no tienen nada que ver —por fortuna— con conquistar el amor de una mujer, ya que surgen en las fogatas de revolucionarios en medio de los cerros. Ante la pandemia del Covid-19, Chucho Gama, con 45 años de carrera, dice que los mariachis la están pasando muy mal, porque ellos encarnan la fiesta y la alegría y no tienen trabajo. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, tan solo en la CDMX hay más de 800 mariachis. La crisis económica a causa del Covid-19 los afecta, porque no pueden trabajar en lo que más les gusta, que es cantar la música mexicana.
Nuestros mariachis y sus familias nos han acompañado en alegrías y tristezas; amor y desamor, y ahora ellos necesitan de nosotros para poder llevar el pan sus hogares. Por esta razón el colectivo ciudadano AGREGA dirigido por Saskia Niño de Rivera, Bussines & Luxury Media Group, Urbvan y 220 mariachis, con su sana distancia y todos los protocolos de seguridad, interpretaron el pasado domingo en la Plaza de Garibaldi “El son de la negra” y “México lindo y querido”. Fue un evento que hizo que volteáramos a ver a estos músicos que dan identidad a nuestra cultura mexicana, al mismo tiempo que recibieron 220 despensas para que sus familias no se queden sin hambre.
*Comunicólogo político y académico de la FCPyS UNAM, @gersonmecalco