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Adiós a Aurora, la jefa del portal Bola de Oro

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Jorge Enrique González Castillo

Era una ventana al mundo. Había televisión y radio, pero el mundo entraba a Tepic en forma de letra y fotografía a través de un diminuto local en el portal Bola de Oro, en el Centro Histórico. Ahí Aurora vendía fotonovelas, historietas, revistas de autos, femeninas y de divulgación y los periódicos de la Ciudad de México.

Aurora Murillo Ruelas, o Aurora a secas, era indivisible de la ciudad. El aroma, el perfume de la tinta, fluía de su puesto. Este lunes 24 falleció. Había nacido el 12 de diciembre de 1930.

El mundo fue cambiando y el oficio de Aurora no volvió a ser el mismo. Y por si algo faltara, un empleado que hacía malas cuentas la empujaron a la quiebra. Se fue al margen del río Mololoa y allá vendía unas pocas publicaciones, como quien vende ejemplares de especies extinguidas o en peligro de extinción a potenciales clientes que ya tienen otros intereses.

Con Aurora se va una época que es historia, que nutre la nostalgia de unos cuantos. Trabajó en El Nayar, predecesor de Meridiano de Nayarit.

Nayaritas del Centenario la entrevistó el 18 de febrero de 2016. Esto dijo:

Aurora nada más. Para qué tanto recoveco. Doñas son las señoras de centavos. Estoy pisando ya los 86. Nací a la vuelta del asilo de ancianos, por la Zaragoza. Ahí viví con mi padre y mi madre durante un año. Se divorciaron. Tenía cuatro hermanos en ese entonces, ahorita nada más quedo yo. Me tocó la época cuando Tepic era chiquito. De la Victoria para arriba, de la Insurgentes para abajo, del parque Juan Escutia para acá y de la central para acá. Eso era Tepic. Rodeado de muchos árboles muy hermosos. Nos conocíamos todos. El río Mololoa corría muy hermoso, limpiecita el agua. Había bagres, había pescados. La gente iba a lavar y a bañarse. Acayapan era muy hermoso, había mucha agua, había un pozo que se llamaba El Sacristán. Había muchos peces de colores, desembocaba el arroyito al río y ahí se bañaba uno y había lavaderos. Se secó el pozo. En Jauja había una fábrica de hilados y tejidos, muy bonita, trabajaba mucha gente. Nosotros llevábamos canastas. Nos pagaban a centavo la canasta, con un centavo en ese entonces comprabas dos piezas de pan, era mucho dinero. En Jauja trabajaba mi madre, casi todo el barrio de ahí de la Bravo trabajaba en Jauja. Se iba uno a pie, no había camiones. Poco a poco Tepic se fue poblando, vino gente de fuera a trabajar, les gustó el pueblito y se quedaron. Se hizo Tepic demasiado grande que ya no lo conozco.

Yo trabajé en el periódico El Nayar, lo que ahora es Meridiano. Me tocaba doblar el papel, mandar las suscripciones y mandar los paquetes fuera, a Tuxpan, a Santiago. Duré 65 años vendiendo periódicos y revistas en el portal Bola de Oro. Me hicieron homenajes por el tiempo que duré trabajando. No hay gente que no me conozca aquí, en Tepic, y hasta el extranjero. Hace un año me quité, todavía estuviera ahí. Por el estrés perdí la vista y el doctor me dijo que me retirara. El muchacho que me ayudaba no trabajaba bien conmigo, no me daba lo que yo le pedía, me dejó sin ni un quinto. Me hicieron cuentas mochas, dijo que me iba a pagar hace un año y no ha venido. Me dijo el doctor que no cobrara porque no me iba a pagar, que no exigiera. Primero está mi salud. Un muy buen hombre me prestó dinero para abrir mi nuevo puesto. No surto más porque no tengo dinero para surtir. Allá vendía más, todo el día era entrar y salir de gente, vendía miles. El día que vendo doscientos pesos aquí es un día lindo. Tengo cuatro nietos, tres hombres y una mujer. La muchacha me ayuda y uno de mis nietos me ayuda también un poquito.

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