Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Hace un poco más de un mes, escribía en estas páginas el inevitable fracaso de la aspiración del doctor José Narro Robles, para ser el próximo presidente del Partido Revolucionario Institucional.
Y el mismísimo José Narro me dio la razón a cada uno de mis argumentos.
Apenas el miércoles pasado, Narro sorprendía con la siguiente comunicación en la red social Twitter: “Hoy hago pública mi decisión de renunciar a formar parte de la #simulación en el proceso de elección de la nueva dirigencia de mi partido, pero también mi renuncia al @PRI_Nacional, partido en el que milité por más de 46 años”.
El reconocido académico hizo un berrinche, de esos que hacían rabiar a algunos de sus seguidores, cuando fueron gobernadores, cuando alguien se oponía a sus designios o a los del sistema que los beneficiaba y no sólo renunció a una aspiración que nació muerta y que alimentaban con tanque de oxígeno, aquellos que no quieren dejar el control que tienen del otrora partido súper poderoso.
¿Qué pasó con Pepe Narro?
Aquí en Chihuahua, el mermado grupo que lo apoyaba quiere engañar a los priistas con una vacilada del tamaño de la galaxia: con una actuación digna de la peor del año y con lágrimas más falsas que las promesas de Andrés Manuel, argumentan que Narro es un rajado. Que los dejó vestidos, alborotados y con la botana lista.
De risa loca, pero me da gusto que no pierdan el sentido del humor.
Sin embargo, en un análisis más serio y real, los hechos nos demuestran otra cosa: después de abandonar el gabinete presidencial de Peña Nieto, al relevo del gobierno federal, Narro prácticamente despareció de la vida pública y partidista (la cual era mínima).
Como lo cité en mi texto de hace un mes, sin más vida partidista que el nombramiento exprés en la Fundación Colosio, de la nada anunció que dejaba la vida académica para participar en la contienda interna para elegir dirigente nacional del PRI.
Con el tiempo se fueron revelando los nombres de quienes lo impulsaron a que dejara lo que mejor sabe hacer: la academia.
En Chihuahua, demeritaron su aspiración quienes le apoyaban: puro cartucho quemado y tatemado, salvo algunas honrosas excepciones, que eran opacadas por el desprestigio de las cabezas de ese grupo.
Desde marzo, comenzaron a tantear el terreno en todo el país y pensaron que la respuesta sería abrumadora y que los recibirían con los brazos abiertos y ansias de ser rescatados. Por los resultados, fue más el repudio.
No creo que sea culpa de Narro en su totalidad. Sin embargo, pecó de ingenuo al creerle a sus promotores, quienes al final de cuentas, vieron que ese proyecto político no tenía eco y lo fueron abandonando. Todo comenzó con las llamadas sin contestar de algunos hasta el desprecio absoluto a Pepe Narro.
El coahuilense Federico Berrueto, director general del Gabinete de Comunicación Estratégica, escribió en Milenio Diario, el pasado 2 de junio lo siguiente: “una biografía irrefutable como la de José Narro la empañan quienes le promueven”.
Y eso pasó en Chihuahua, su aspiración acabó siendo opacada por el desprestigio de sus apoyadores locales (repito: salvo muy pocas excepciones).
Van a leer versiones encontradas a esto que escribo, pero los hechos son contundentes. Embarcaron a Pepe Narro a pelear una pelea que él no quería dar y ya cuando no había vuelta atrás, lo abandonaron.
Un académico prestigiado, un servidor público intachable, escuchó el canto de unas sirenas de muy dudosa reputación, que lo llevó a un naufragio absoluto.
Creo que en su ira, coraje, enojo y rabia contra quienes lo impulsaron y a quienes les brindó su confianza y lo defraudaron, es que decidió mandar todo al carajo (incluida su militancia, que sólo presumió en tiempos recientes) y que no le devuelve el prestigio y credibilidad que le robaron esos grandulones abusivos que lo engañaron.
Todo mundo lo vió, menos el buen Pepe y ahora sufre las consecuencias.
ULTIMALETRA
Paz Alicia Garciadiego es una las escritoras más prolíficas del cine mexicano. Debutó en 1986 con la sensacional “El Imperio de la Fortuna”, que adaptó del famoso cuento de Juan Rulfo “El Gallo de Oro”. Tras una carrera exitosa, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas le entregará el Ariel de oro, en reconocimiento a su trayectoria en el cine nacional. Una de esas mujeres empoderadas de las que nadie habla en Chihuahua. Que pena.