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TRES TUITS POR HORA: BUKELE Y LA POLÍTICA DEL TERROR

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Comunicación para el Bienestar

El régimen de excepción en El Salvador es una estrategia comunicativa-electoral que no admite matices; Bukele ha declarado la guerra a las pandillas… a través de su cuenta de twitter que se ha convertido en la vocería oficial, oficina de relaciones públicas, instrumento de impartición de justicia y espacio para ejercer una política de cancelación llamando “imbéciles” a quienes asomen una muestra de desacuerdo, lo mismo sea la oposición, organismos internaciones o de defensa de los derechos humanos.

Esta vez el presidente, sus asesores de comunicación y publicistas elevaron la apuesta y les tocó la peor mano, pues la prensa salvadoreña lanzó, este martes, duras editoriales contra las medidas tomadas por el presidente, no solamente por poner en riesgo la integridad de los presos, sino las libertades básicas de la ciudadanía que tiene que pagar, con su libertad, las consecuencias de las fallas de un gobierno acusado de haber utilizado a las pandillas para sus fines electorales, situación que ahora se le ha salido de las manos.

Tres tuits por hora es la nueva forma de gobierno de Bukele, porque de las medidas que integran el régimen de excepción no se tiene nada claro ya que “serán implementadas por las instituciones pertinentes” y “anunciadas solo cuando sea necesario”, mientras, casi tres mil pandilleros ya están tras las rejas y millones de salvadoreños presos en sus domicilios ¿qué puede salir mal en un país donde todos han sido encarcelados y privados de sus derechos y libertades mínimas?

Bukele ha caído en un exceso de comunicación y un guion dramático para esconder una política reactiva y violenta cuyo efectismo se mide en likes y retuits y no en un estado de orden público y paz sostenida en el que la garantía de los derechos y libertades de los ciudadanos debe ser el valor supremo.

Las fuerzas del orden parecen implacables ya que tienen manos libres para actuar en tal sentido. Las detenciones son numerosas y se producen sobre todo en barrios pobres y están dirigidas contra todo aquel que sea o parezca pandillero.

Mano dura del presidente, quien hasta hace poco se ufanaba de tener un índice de aprobación que pasaba el 80%. Simpatía ganada, entre otras cosas, porque señalaba que durante lo que iba de su mandato se había podido reducir considerablemente el índice de violencia en el país centroamericano. Pero la burbuja explotó el fin de semana pasado, cuando hombres armados, al parecer pandilleros, dispararon indiscriminadamente en las calles de San Salvador, dejando como saldo más de 70 ciudadanos fallecidos.

El régimen de excepción que se declara cuando existe la imposibilidad para garantizar el orden social mediante el estado de derecho. Situación que devela incompetencia para ejecutar la autoridad sin el uso de la violencia. Permiso concedido al mandatario para convertirse momentáneamente en un tirano.    

A partir de entonces, la violencia no ha cesado en aquella nación. Agresividad que se transforma en terror de estado que ha suspendido algunas garantías individuales en busca no de quien lo hizo, sino de quien lo va a pagar. Sangre por sangre, como se estila en estos casos, al puro estilo de la violencia organizada. Entorno en el que Bukele vocifera, amenaza y difunde en las redes sociodigitales del Estado, escenas de cateos, arrestos y decomisos.

Tan violenta la muerte de personas a manos de pandilleros como la furiosa respuesta de las autoridades. Democracia que pende de un hilo en el que la violencia visual, siguió a la física, y es que en las pantallas cientos de presos son exhibidos como objetos y utilizados como botín de guerra.

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