Rafael G. Vargas Pasaye
Los lamentables incendios recientes en Nayarit nos recuerdan la fragilidad del ser humano al mismo tiempo de la urgencia por aumentar el volumen en el escalón de la prevención, sin olvidar el castigo para, de ser cierto, caiga todo el peso de la ley contra quienes provocan estos actos.
Pero en una ciudad como Tepic, donde estamos acostumbrados de alguna forma a lidiar con el tizne de la caña, ahora este incendio en el emblemático cerro de San Juan nos provocó algo más, porque lo vimos como algo muy cercano, como algo que nos pertenece a todos, aunque no seamos deportistas pero todos de alguna forma conocemos a alguien que sube a ejercitarse cotidianamente a ese lugar.
Incluso en redes sociales es recurrente apreciar alguna fotografía desde esa altura, y de tanta imagen uno piensa que ha subido, que desde allá el Tepic que se mira abajo puede ser mejor. Sin embargo la realidad a veces muestra lo contrario. Como esta vez, donde la respuesta no fue tan inmediata como se deseaba.
Comencemos con la mala coincidencia que le tocó a la alcaldesa Geraldine Ponce justo en una gira en Estados Unidos con un importante evento donde la Secretaría de Relaciones Exteriores llevaba la batuta, diversos alcaldes y alcaldesas mexicanas iban a exponer en un foro de medio ambiente sus experiencias. Se sumó una mala declaración de la exdiputada federal en un programa de radio local sobre que la gente se capacitara y que fuera a ayudar en vez de criticar, hizo que la molestia misma del incendio se incrementara en la sociedad.
Pocos días antes, durante la conferencia de prensa del gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero, la titular de la Comisión Forestal de Nayarit, Gabriela Arias Saldaña, denunció: “Ayer nos emboscaron en un contrafuego, nosotros estábamos arriba quemando para controlar ya el fuego, que teníamos en la Y, que ya estaba totalmente liquidado, porque cuando nosotros nos bajamos estaba liquidado; vengo a reunión a SDS y llego al cerro y otra vez brotó la guardaralla, porque los aguacateros de abajo nos metieron contrafuego, estábamos arriba, nos emboscaron, si no llega la pipa de bomberos no estaríamos contando la historia”.
Y allí dejó en claro que hay un problema de corte legal y de seguridad que pareciera sólo denunciándolo en la tribuna mediática del gobernador puede tener resonancia en las otras áreas del gobierno. Más tiznados.
El caso es que el tizne del San Juan ha manchado a varias personas ya sea en su imagen, en su mensaje, en sus aspiraciones. Además de las mencionadas sumemos al Partido Verde Ecologista de México en la entidad que no realizó pronunciamiento alguno siendo que por naturaleza era lo esperable; y un tanto el gobierno del estado pues la respuesta para contar con apoyo de helicópteros ya fue en términos de urgencia y no de prevención.
Por fortuna CONAGUA, Fuerza Aérea Mexicana, y todas las instancias estatales y municipales trabajan para sofocar en su totalidad el incendio del cerro de San Juan, que es uno de los otros tantos incendios que ha padecido Nayarit este año. Para dimensionar el daño sufrido en el este punto de la capital, son ya 1,950 hectáreas siniestradas esto es casi 20 kilómetros cuadrados, y como dice al periodista Álvaro Alatorre aún no son cifras definitivas.
La Comisión Nacional Forestal señala que el más grande siniestro en Nayarit ocurrió el año pasado, al verse afectadas 4 mil 500 hectáreas en Los Arenales, municipio de Del Nayar. Ese mismo 2022 quedó marcado como el que más daños reportó por efecto de los incendios forestales en la historia reciente de Nayarit, de nuevo el dato lo recupero de Alatorre, al registrar un poco más de 50 mil hectáreas siniestradas. Ojalá este 2023 no lo rebase.
Parece que este tizne del San Juan le da la razón a quienes señalan que en diversas áreas de poder y de toma de decisión, les preocupa y ocupa más cuidar su empleo que hacer de la mejor manera las labores de ese empleo.
@rvargaspasaye
