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SEXOSERVIDORAS: LAS NO MUJERES

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Iveth Serna

Antes de la pandemia por Covid-19, en México, cerca de 8 mil mujeres ejercían la prostitución de forma “voluntaria”, un año después, esta cifra supera las 15 mil, algunas de ellas tuvieron que regresar a las calles, otras buscaron en ellas la forma de sobrevivir, unas más han visto como sus condiciones son cada vez más indignas. Todas en el olvido.
Ellas no salieron a marchar el 8M y tampoco nadie les preguntó ¿Cómo estás? ¿Ya comiste? ¿Tienes dónde dormir? Nadie lo hace porque no existen, no importan, incomodan con su presencia porque son el espejo de lo más oscuro y penoso de un sistema político, económico y social que ve en el cuerpo de la mujer una mercancía y que no se cansa de violentarlas, ya sea ignorándolas o criminalizándolas.

Han sido tantas veces humilladas y denigradas que ellas mismas se han creído que no son nadie, que no valen nada. A diario exponen su vida y a los riesgos de enfermedades venéreas y violencia de género, ahora deben asumir el riesgo de contagio, porque nadie se acordó de ellas al momento de programar planes emergentes de salud o de apoyo económico y los pocos esfuerzos parecen burlarse de sus condiciones y necesidades: tarjetas de apoyo sin fondos o un albergue que solo abre por las noches.

Si los gobiernos no cumplen con su obligación de reconocerlas y protegerlas como a cualquier otro grupo vulnerable, por lo menos deberían garantizarles el acceso gratuito a condones, cubrebocas, artículos de gestión menstrual, espacios salubres y programas de empleo alternativo.

La prostitución obligada por la miseria y ejercida por una miseria es la destrucción del alma femenina causada por los proxenetas y los consumidores, pero también, por un Estado que las margina, las revictimiza y las violenta, y por una sociedad que se percibe a sí misma como “moralmente superior” y que se siente con el derecho de juzgarlas y señalarlas.
La prostitución sigue siendo un tema tabú, pero en un contexto de pandemia se convierte en un asunto urgente de salud pública, es responsabilidad del Estado mexicano y de los tres niveles de gobierno tomar cartas en el asunto, ayudarlas y protegerlas.

Así como el coronavirus se ha convertido en un motor para el aumento de la prostitución, también puede ser la oportunidad para ponerle un alto a esta cadena de explotación que lucra con el sufrimiento de estas mujeres, problema que no se soluciona con un debate superficial sobre su legalización, sino con el combate real de la criminalidad a su alrededor.

A diario, más de 15 mil sexoservidoras se apoderan de las calles, ojalá un día todas lo hagamos en defensa de sus derechos y la exigencia de su dignidad.

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