Miguel Barberena
Vientos de cambio de época en el torneo de Roland Garros, y el tenis en general; ha quedado desierta la corona de rey del tenis en cancha de arcilla, tras el (casi) retiro de Rafa Nadal, 14 veces ganador de este Grand Slam entre 2005 y 2022, algo que en mi modesta opinión no se repetirá nunca jamás. Súmese la ya evidente decadencia física de Djokovic, que se retiró por lesión en la rodilla en los cuartos de final. Otros brillantes jugadores eligieron esta edición del Gran Slam parisino para anunciar sus retiros: el austriaco Tiem, dos veces finalista aquí; el pequeño gran argentino Schwarzmann, y la bonita francesa Cornet, ambos “habitués” del torneo de Acapulco; posiblemente también los últimos “slams” de otros dos figurones, Murray y Wawrinka; el elegante francés Richard Gasquet también va de salida, igual que su compatriota Monfils, y la lista continúa , las generaciones se renuevan, aunque dudo mucho que se repita un dominio tan absoluto como el que ejerció el trío Federer-Nadal-Djokovic durante los últimos 20 años. Los que gustamos de este deporte hemos vivido una época verdaderamente extraordinaria, ha sido un privilegio increíble, aunque también un tanto monótono; ahora, al término de esta era fabulosa, vemos hacia atrás con nostalgia, por no decir tristeza, los campeones envejecen, nosotros, en la tribuna, también… Pensaba todo esto mientras veía, en el estadio Philippe Chatrier, la semifinal entre los jóvenes veinteañeros Alcaraz y el italiano Sinner, actual “número uno” del mundo, ganada por el español, en cinco frenéticos sets, y más de cuatro horas de juego. Un partido de ida y vuelta, con puntos magníficos, de alarido: un tenis de altísimo nivel, de gran belleza. Esperemos ahora la gran final el domingo, entre “Carlitos” y el temible alemán Zverev, vencedor del noruego Ruud, en la otra semifinal. De imponerse, Alcaraz se convertirá en el heredero natural de su paisano Nadal. Aquí estaré para atestiguar el desenlace del “abierto” de Paris, maravillado siempre ante la belleza del tenis, seguro de que el todavía llamado “deporte blanco” queda en buenas manos.
