Comunicación para el Bienestar
Paola Schietekat Sedas fue agredida en Qatar eso y lo destaca de voz propia en un artículo que escribió para el portal de Julio Astillero. Agresividad que tiene que ser en todas las instancias condenable, sobre todo cuando queda la impresión de que todo esto derivó en transformar a la víctima en victimario, como ocurrió en esta oportunidad.
El caso ha sido ampliamente comentado en los diferentes medios de comunicación que, desde diferentes trincheras le han dedicado espacio para analizar las diferentes implicaciones de lo narrado por la ciudadana mexicana. Escena en extremo compleja de ser abordada públicamente si no se antepone el resguardo de la dignidad de las personas.
Adelantar juicios o comentarios más allá de lo estrictamente periodístico en aras de la búsqueda de la notoriedad podría generar que se saque el problema del entorno en el que debe analizarse. Una persona fue víctima de una agresión y eso es lo importante. Oportunidad para intentar un periodismo que más allá de la noticia, coloque los derechos de las víctimas por delante de cualquier otro interés.
Difundir los protocolos de elaboración de noticias que involucren agresiones (en cualquiera de sus modalidades) o discriminación es un pendiente que tendría que empezar sobre todo en países como México en el que la violencia es un denominador común. El ejercicio de un periodismo riguroso en este caso resulta fundamental, pues serviría para entender mejor las implicaciones vinculadas a casos como el que le tocó pasar a Paola.
Complejo episodio en el que resulta sencillo andar por la cuerda floja entre lo jurídico, lo religioso, lo cultural y lo diplomático. Voces que es necesario escuchar para tener la fotografía completa de lo sucedido en aras de un periodismo profesional, generoso con la cesión de la palabra, ético, con el oído agudo y con intención centrada en lo que corresponde al periodista: generar la información.
A pesar de que Qatar se adhirió al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), aún conserva una legislación restrictiva a los derechos humanos, por ejemplo, la ley de tutela masculina que cercena la libertad de las mujeres y las mantiene en una situación de discriminación normalizada.
En el 2021, Human Rights Watch, publicó el informe “‘Everything I Have to Do is Tied to a Man’: Women and Qatar’s Male Guardianship Rules” (“Todo lo que tengo que hacer está ligado a un hombre”: Las mujeres y las normas de tutela masculina en Qatar), de acuerdo con el cual, las mujeres deben obtener la autorización de sus esposos, padres o tutores masculinos para tomar cualquier decisión relacionada con su vida reproductiva, laboral, profesional, familiar, financiera o de maternidad, a pesar de que esta práctica, en teoría, es violatoria a la Constitución y a los tratados internacionales a los que está suscrito Qatar.
Pero no sólo las mujeres qataríes están sometidas a estas conductas restrictivas, también lo está cualquier otra mujer extranjera que pisa el territorio, a partir de ahí, tendrán que someterse a las mismas normas tutelares que, de ser violadas, pueden derivar en castigos corporales como la cárcel o la tortura.
Sin embargo, Qatar no es el único país que aún tiene este tipo de leyes prohibitivas, incluso en México, hay zonas rurales en que la mujer sigue viviendo en un estado de tutela que, incluso, permite que sean vendidas, intercambiadas y agredidas sin que el estado las proteja, o que sigan siendo asesinadas a diario en las grandes ciudades.
Como sede del Mundial de Fútbol 2022, Qatar está sometido a una creciente presión internacional para que demuestre su compromiso con los derechos humanos, pero la inacción del Estado a la hora de ofrecer protección adecuada a las mujeres víctimas de la violencia, como le sucedió a Paola, deja más que claro que no merece la distinción.
