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Mario Bros.

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Rafael G. Vargas Pasaye

En días recientes se estrenó la película “Mario Bros.” que más allá de su éxito taquillero (368 millones de dólares en su arranque), sin duda fue un golpe directo a la nostalgia de muchos quienes crecimos en los ochenta y que la magia del Nintendo abrió un mundo de posibilidades.

Pero también es un filme que nos permite unos instantes pensar en temas de familia, por ejemplo la figura del padre tanto de Mario y Luigi, como de Donkey Kong, pues en ambos casos lo que buscan es el reconocimiento de quien les dio la vida.

Reconocimiento entendido como esas palabras y acciones que marcan por muchos años, y que si bien forjan el carácter pueden ser al mismo tiempo una pesada carga que se lleva en los hombros.

La historia también nos presenta a Bowser, quien siempre pensé que era un dragón y nos enteramos de que es una tortuga gigante, quien como buen malo del cuento, tiene un ejército a su antojo para lograr un objetivo claro: casarse con la Princesa Peach. Bowser por momentos cae en lo cursi pero nos hace ver que en toda maldad cabe el amor.

Por su parte la Princesa Peach carga con la responsabilidad de ser una heroína de la época moderna, pues además de manejar su motocicleta con destreza, sabe cómo resolver todos los problemas que se le enfrentan, incluso guiar al propio Mario para que descubra sus talentos.

Hablando de amor, esa es otra de las lecciones de la película,pues Mario deja claro que enfrentará cualquier reto y peligro que se le presente con tal de encontrar y liberar a su hermano Luigi, el amor fraternal entendido por Erich Fromm llevado al mundo de la animación.

Una vez más se comprueba que la nostalgia vende muy bien pues en este caso los padres que llevamos a nuestros hijos al cine teníamos nociones de lo que sucedía, o de los personajes, y gracias a ello ante dudas de los más pequeños los padres podríamos ser héroes por unos instantes y compartir con nuestros hijos un gusto culposo con palomitas y refresco.

Es bueno recordar que el cine, como séptimo arte, es un pretexto para contar historias, para compartir emociones, vivir nuevas anécdotas, y tener pretextos para identificarnos como grupo social.

Mario Bros. no ganará premios de la Academia, y seguramente no les importa, pero con lo recaudado en estos días le da un nuevo impulso a la animación que está dando la batalla en la pantalla grande.

No podemos dejar de lado el tema del universo del Reino Champiñón que es donde se desarrolla la trama de los fontaneros de Brooklyn, porque no se entra de golpe y porrazo al tema del consumo de hongos que ha estado en debate y seguramente crecerá ahora que la liga de basquetbol profesional NBA ha permitido su consumo entre sus jugadores.

En suma, Mario Bros. es una película palomera que nos habla del amor en varias de sus dimensiones, de la familia y la amistad como eje, de la posibilidad de los mundos alternos, pero sobre todo de que lo que nos marcó en la infancia como las palabras de los padres o los juegos que compartimos con nuestros hermanos y amigos, en la vida adulta nos siguen robando sonrisas o muecas.

@rvargaspasaye

www.consentidocomun.mx

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