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LA DEBILIDAD DEL ESTADO SIN PARTIDOS

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Dr. Carlos Díaz Abrego

No hay duda, que se necesitan los partidos políticos para llegar al poder. También sabemos, que la otra vía, la de las candidaturas independientes, no cuentan con él agrado social ni con la cultura política en México, para constituirse en una auténtica opción. Por consiguiente, los institutos políticos en nuestro sistema de partidos, son claves para acceder al poder. Nos guste o no. Por consiguiente, la clase política del país inmersa en los distintos partidos, saben que es ahí, el lugar correcto para alcanzar sus fines particulares, muy lejanos, al interés del pueblo.

Es inevitable que un gobernante, tienda a ver los partidos políticos, como fuerzas divisorias que, o bien desafían su autoridad, o bien, complican en gran medida sus esfuerzos para unificar y modernizar su país. Desde la llegada de AMLO, al poder, derivado de su enorme victoria electoral en 2018, los partidos políticos de oposición “desaparecieron” de la vida social del país, y sólo, de manera tímida y casi a escondidas, políticamente hacen algún señalamiento o critica a la forma de gobernar del empoderado mandatario.

Las fuerzas de oposición políticas cómo tales, han dejado de aparecer en el contexto nacional, incapaces y temerosos de hacer un llamado a la sociedad, para alguna concentración masiva de sus simpatizantes o miembros activos de partido, generando una mínima oposición al monarca de palacio nacional. Sin ningún tipo de desafío social y político, regalando la plaza pública al déspota gobernante y empoderando más y más a su corrupto partido en el gobierno.

No ha existido el mínimo esfuerzo por parte de los partidos de oposición, para generar algún contrapeso, ni mucho menos, para complicar el aberrante estilo de hacer política y de gobernar del presidente de México. Situación que ha generado, la unificación popular a favor de MORENA y, por consiguiente, la creencia y percepción social y política, que no existe partido de oposición real, contra López Obrador y su partido. A todo ello, hay que sumar la inexistente presencia de una figura o personaje político, que medianamente pudiera ser una opción clara, para contender dignamente contra el aparato burocrático del gobierno.

López Obrador, por un lado y, los partidos políticos de oposición por otro, se han encargado de generar un Estado débil sin partidos, salvo el del gobierno, que es él único que ha crecido en la escena política-electoral, menguando el desarrollo del sistema de partidos en nuestro país, construyendo la idea de que el autoritario presidente tienda a ver los partidos de oposición como fuerzas divisorias, que, o bien desafían su autoridad, o bien complican en gran medida sus esfuerzos para unificar y “modernizar” a México.

Ya sabemos que “ahí están” los partidos políticos, aunque nadie los vea, salvo para expresar sus diferencias y escándalos políticos entre sus pares. En el mejor de los casos, para salir a medios y proclamar una tímida declaración contra tal o cual programa de gobierno o, contra una descabellada declaración del populista mandatario. ¡Eso es todo! Así llevan casi cuatro largos años. De salir a la calle y tratar de mover conciencias, nada de nada. Los gobernadores y alcaldes, entregados al poder del monarca que los premia o castiga presupuestalmente, si llegan a contrariar la voluntad presidencial. Por eso no hay una sola plaza pública, que se manifieste contra el tirano AMLO.

Junto a todo esto, se suma la apatía, indolencia e indiferencia social, que no ve acción y oposición alguna, sintiéndose la sociedad totalmente abandonada por los partidos políticos de oposición, que solo en temporada electoral, es ahí cuando aparecen y piden el voto, para beneficio personal de su corrompida clase política que lo único que buscan, es su beneficio particular.

Un Estado sin partidos de oposición, es también un Estado sin medios ni canales institucionales para generar un cambio sostenido y para absorber el impacto de éste. Su capacidad para modernizarse en el plano político, cultural, económico y social, queda drásticamente limitado. Por eso, estamos cómo estamos. Por eso, no avanzamos y solo queda, aguantar y tolerar toda está barbarie que hoy vivimos, en un país sin ley, ni orden.

La corrupción, la división social, la inestabilidad y la susceptibilidad a influencias populistas y demagógicas, caracterizan a sistemas de partidos débiles, y no, a los de organizaciones partidarias fuertes.

¿No cree usted?

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