Rafael G. Vargas Pasaye
Si algo ha tenido este año 2020 es que no deja de sorprendernos y mantenernos alerta. Esta semana vimos en Estados Unidos un caso que debemos dimensionar como histórico, ese término tan desgastado en la política por aquellos que se preocupan más por su imagen que por su legado.
El tema es que en plena postemporada de la mejor liga de basquetbol profesional del mundo, la NBA, los jugadores de los Bucks de Milwuakee decidieron no presentarse en la duela del Fiserv Forum para enfrentar el quinto juego contra Orlando Magic, y además, minutos después todos los jugadores del quipo leyeron un mensaje explicando el motivo de su protesta.
Le siguieron otras protestas similares en otros juegos y en otros deportes como el béisbol de las grandes ligas, secundadas por los Cerveceros de Milwuakee, quienes se presentarían en el Miller Park (a unas cuantas cuadras de donde se dio el ataque contra Jacob Blake) para enfrentar su juego contra los Rojos de Cincinnati.
Las protestas en los deportes en Estados Unidos no son nuevas, pero es la primera vez que llegan a estos niveles, debemos sumar que hay un ánimo electoral que también juega dentro y fuera de la chancha, y que si bien actos como el sufrido por Blake así como el reciente de George Floyd noson los únicos, la viralización hizo que se tomaran como banderas para protestar por el tema en general, esto es la injusticia, la brutalidad policial, el racismo.
En pleno siglo XXI donde un malestar global nos ataca por igual, seguimos con diferencias raciales, y no sólo en la Unión Americana, en México la división que se profesa un día sí y otro también desde las conferencias y mensajes del Presidente López Obrador acrecientan un sentimiento de odio que le conviene en ciertos sectores, pero la ira contenida que genera a la par, tarde que temprano hará efecto boomerang.
Las protestas de los deportistas hizo que invariablemente recordáramos otros personajes que lo han hecho, como los míticos Tommie Smith y John Carlos en el podio de los Juegos Olímpicos de México en 1968, o el más reciente del mariscal de campo Colin Keapernick quien ganó fama dentro del emparrillado de la NFL comandando a loas 49s de San Francisco pero que afuera de los estadios ha ganado el respeto, manteniéndose como una imagen de protesta permanente, una protesta bien dirigida, con causa, no sólo destructiva.
Todavía le faltan varios meses a este 2020 para que nos siga sorprendiendo, pero esta semana el deporte y sus tremendas protestas nos mandan un mensaje que debemos considerar como necesario, oportuno y prudente. La protesta pacífica tiene otro tipo de eco. Quizá sea bueno recordar que las estrellas de la NBA, WNBA, MLB, y demás ligas influyen mucho más que la clase política.
@rvargaspasaye