Juan Carlos Abreu
Administrar la ventaja en una campaña electoral no es cosa fácil y Andrés Manuel López Obrador debería saberlo, tras la experiencia de 2006.
El puntero siempre será objeto de críticas y golpeteos por parte de sus contrincantes para intentar acortar la diferencia en las intenciones de voto, tal como ocurrió en el reciente debate.
López Obrador cuenta con un amplio respaldo como para pensar que puede obtener la victoria el 1 de julio; su reto en la campaña no es sumar adeptos, sino no perder a los que consideran votar por él pero no están plenamente convencidos y evitar que quienes no son simpatizantes se unan para impedir su triunfo.
Por lo anterior es que debería ser muy prudente en sus actitudes y en sus declaraciones. El hecho de no saludar ni despedirse de los otros candidatos en el debate podría parecer insignificante, pero para un sector del electorado no lo es, es una acción que le disgusta, le incomoda y que influye al momento de decidir su voto. Las descalificaciones y los calificativos como “fifi” en sus declaraciones no le abonan y sí le pueden hacer perder mucho.
Es AMLO el que lleva la delantera y es él quien debe serenarse para mantener la ventaja, porque como lo dije al inicio de la campaña nadie mejor que él sabe que del plato a la boca se cae la sopa o se riega.