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ALERTAN SOBRE FECHORÍAS COMETIDAS EN ESTACIONAMIENTO DE ARENA MÉXICO

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¡Cuidado!

La noche fue de lucha libre, en más de un sentido. Volver a la Arena México luego de varios años, un viernes por la noche, tiene su encanto. En los alrededores, es decir en la calle, ofrecen lugares para los coches con cuotas establecidas, hay estacionamientos oficiales y el de la propia Arena. Dado que iba sola, a encontrarme con muchos alumnos, opté por este último; es una verdadera hazaña colocar el coche en algún lugar. Hay individuos que dan una serie de indicaciones: ¡suba la rampa!, ¡baje la rampa!, ¡déjelo al fondo!

En la taquilla prácticamente hay dos filas: la de los que van a comprar boletos y la de los que ofrecen la reventa, ¡sí, ahí!

Primero lucha de mujeres y después las clásicas y un ambiente lleno de intensidades. Una grata experiencia ese mundo de brillos, gritos y golpes; es una realidad, por momentos, llena de ficción.

Al volver al estacionamiento, el sujeto que había dado las indicaciones dijo «su coche está al fondo». Y eso no me gustó. Cómo, entre tanta gente, me ubicaba. Algo me dio mala espina.

Abrí la cajuela. Verifiqué que la llanta de refacción estuviera en su lugar. Revisé espejos. Me subí al auto. Al bajar una pequeña rampa, escuché un extraño ruido. No creí que fuera un golpe porque no había manera.

De inmediato, el tipo tocó el cristal y me dijo «trae ponchada la llanta». Pensé hablarle al seguro y él me dijo «si quiere yo se la cambio, de aquí a que llegue el seguro». El estacionamiento se estaba vaciando, eran poco más de las 23:00 horas, estaba sola, tenía que alcanzar a unas personas en un restaurante… algo me decía que la situación no era natural. No traigo dinero, le dije. Pues lo que traiga, contestó. Acepté. Le repetí no sé cuántas veces que se me hacía muuuuy raro que se hubiera ponchado. Todo fue rápido. Le di 20.00.

El resto de la noche y la mañana del día de ayer sólo pensaba en que le hubieran dañado a propósito el neumático, como dicen en los doblajes. Al filo del mediodía, llegué a la vulcanizadora. Pedí que revisarán la llanta, sin dar más datos. El joven que la examinó aseveró: «Picaron la llanta, jefa. Mire, es un piquete y está de lado. Fue, seguro, una maldad».

Al confirmarse mi corazonada, cómo es obvio, mi rabia se duplicó. No sólo cometen una sirvengüenzada sino qué hay un plus: es mujer, viene sola, no va a cambiar la llanta. Negocio seguro. Habrá quien les dé 50, 100 o más. pesos.

Ayer por la tarde, llena de coraje y tristeza -extraña combinación- conté esta historia una persona muy querida, al calor de unos mezcales.

Del muro de la maestra @Lucía Rivadeneyra

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