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EL GANADOR DEL DEBATE

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Rafael G. Vargas Pasaye

 

Los procesos electorales en nuestro país se instauraron hace decenas de años, pero la realidad democrática es mucho más reciente, quizá desde finales de los años setenta del siglo pasado, y sólo después de que hubo en la campaña presidencial de 1976 un candidato único: José López Portillo.

 

Luego entonces, si los procesos realmente democráticos son recientes, las dinámicas que consolidan la equidad entre los competidores es todavía más reciente. Un caso es el de los debates, que apenas tienen 24 años de establecidos en nuestro país (fue en 1994 con Diego Fernández de Ceballos del PAN, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano del PRD y Ernesto Zedillo Ponce de León del PRI, éste último en sustitución del asesinado Luis Dolando Colosio, se dieron cita para dar el banderazo de salida de esta actividad).

 

De ese momento a la fecha los debates han tenido sus momentos de ebullición, que pasan desde el aburrimiento total, hasta las fotos al revés, las sorpresivas cual explosivas propuestas mediáticas, o la aparición de un tercero como la edecán Julia Orayen hace apenas seis años que levantó pasiones.

 

Las técnicas de preparación a su vez se han afinado tanto que ahora se necesita en los equipos de los candidatos alguien que elija una vestimenta y aplique la colorometría adecuada, alguien más que arrastre el lápiz para la propuesta, luego uno que sea quien le saque el mejor provecho al tiempo y resulte histriónico pero sobre todo eficiente al momento de conectar con la gente.

 

La magia de los entrenadores de debates ha pasado fronteras, ahora algunos cobran muy altos precios porque saben de la importancia de ese momento. La cual se puede resumir, en que es uno de los pocos, contados instantes, en que todos los participantes tienen las mismas condiciones, el piso parejo, en cuanto a espacio y tiempo (quizá también atención del electorado), tal vez solo el factor suerte en cuanto al acomodo o el orden de participación sea lo inequitativo del debate, pero eso ya pertenece a otro texto y contexto.

 

Cada debate ha tenido lo suyo, los de la carrera presidencial 2018 comenzaron este domingo 22 de abril, y en él pudimos notar un formato menos acartonado (ni mejor ni peor) que ayudó al entretenimiento por la rapidez con la que cambiaba el dueño de la voz. Pero dejó en cambio algunas ideas inconclusas. Resultó agradable que pudieran replicar en el momento quienes así lo desearan, y que pudieran llevar el apoyo visual que desearan.

 

Mención especial merecen los tres periodistas que moderaron el ejercicio: Azucena Uresti, Denise Maerker y Sergio Sarmiento, profesionales, que al no lucir, dejaron que lucieran tanto los candidatos como el debate per se.

 

Quién triunfó en el debate. Parece poca cosa, pero en el marco de referencias que tenemos, en el momento histórico que nos tocó vivir, y en la coyuntura electoral en la que estamos, el gran ganador es el espíritu democrático de todos los mexicanos, quienes pudimos apreciar que las cinco opciones a gobernar el país, pueden convivir, intercambiar ideas (y acusaciones), y respetar las reglas del juego, eso le da credibilidad y sustento a la democracia mexicana, lo cual, a estas alturas, es motivo de celebración.

 

@rvargaspasaye

 

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