Redacción Sentido Común
El Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) acordó este viernes inhabilitar a Luis Rubiales, según adelantó Iusport, durante un periodo de tres años por el beso no consentido a Jennifer Hermoso y sus gestos obscenos en el palco durante las celebraciones del Mundial de fútbol femenino conquistado por España este verano.
La sanción ha sido propuesta por el juez instructor del TAD, Alfonso Ramos, Como ya sucede con la sanción de tres años que le impuso la FIFA, este segundo castigo impide a Rubiales realizar cualquier actividad que tenga relación con el fútbol.
El TAD abrió expediente a Rubiales el pasado 1 de septiembre por quebrantar dos artículos que hacen referencia a la dignidad y el decoro deportivos en la Ley del Deporte de 1990 y en el Real Decreto sobre disciplina deportiva de 1992, respectivamente.
El instructor Alfonso Ramos propuso un año y medio de inhabilitación por cada una de las faltas. La horquilla por cada infracción establece desde un mes hasta dos años. Ramos argumentó su propuesta en la relevancia nacional e internacional de los hechos y en el impacto negativo que tuvieron en la imagen del fútbol español y el deporte español en general, así como el impacto negativo en la imagen del fútbol femenino y la percepción social en España y en el extranjero de un comportamiento machista.
En su escrito de alegaciones al TAD, Rubiales defendió que dichas sanciones “no se corresponden”, con lo razonado en el resto del texto de la propuesta de resolución, sino que aparecen “desconectadas” y proyectan una petición “arbitraria” e “injustificada”. Rubiales considera que la sanción debería haber sido un apercibimiento, multa o inhabilitación de tres o de seis meses y anunció que recurrirá a la jurisdicción penal.
En ese mismo alegato Rubiales lamentaba que había habido una “teatralización bestial”, una “demagogia brutal” y un “linchamiento”.
Respecto al beso, insistía en que había sido “mútuo”; también “espontáneo”, dada la alegría inmensa del momento, tras proclamarse España campeona del mundo. Opinaba, además, a diferencia de la opinión pública mayoritaria, que ni uno ni otro son gestos “contrarios a la dignidad o el decoro deportivos”.