Rafael G. Vargas Pasaye
Esta semana varias de las redes sociales más populares y,por lo tanto usadas, sufrieron lo que en el lenguaje de la tecnología se le llama “una caída”, consistente, en una frase: en que no servían de manera adecuada.
Lo que primeramente trajo fue la sorpresa de los usuarios tan acostumbrados a estar consultando dichas redes todo el tiempo, durante las horas que estas herramientas salieron del aire se vieron impedidos de publicar, de comunicarse, de publicitar e incluso hasta de pelearse.
Pero la sana crítica debe de ir más allá, debemos pensar que tareas realizaríamos si no existieran las redes sociales, por ejemplo ese día seguramente más de uno recibió llamadas telefónicas e incluso algunos hasta mensajes (los conocidos SMS que normalmente llegan por las tardes al momento del corte informativo de la línea de telecomunicaciones más poderosa en el país).
La pregunta viene a cuento: que pasaría si las (benditas) redes sociales dejaran de funcionar y la tecnología ya no estuviera tan al alcance de la mano.
Me recuerda un artículo en El País Semanal del 24 de noviembre del año pasado firmado por Javier Marías donde el autor se plantea revalorar la música, el caso es que hoy en día es sumamente fácil hacerse de la canción que se desea, en el momento basta buscarla en una lista de YouTube por ejemplo y entonces como acto de magia podemos disfrutarla, otra opción es comprar un CD y reproducir la melodía, sin embargo pocas veces pensamos en que antes eso era impensable y la única forma de contemplarla era cuando se tocaba en vivo.
La magia de la música en vivo radica precisamente en eso, la otra forma de deleitarse de la música es cuando cada uno la canta, ejecuta o tararea y se vuelve el partícipe directo, de acuerdo al mismo Javier Marías.
Parte de la esencia de las redes sociales radica precisamente en la construcción de lazos comunicantes que van creciendo conforme a los usos y costumbres, a los grupos que comparten visiones, puntos en común, fines, fobias; pero en la abrupta y remota desaparición de la tecnología no tiene por qué hacer quebranto en el ser humano que se vio vulnerable ante su caída así fuera por horas.
Lo cual también debe servir para llamar la atención sobre lo verdaderamente importante: qué estamos haciendo como grupos sociales para afianzar nuestra dinámica (que conforman la existencia, reproducción, perpetuación) sin dependencias como la que hoy demostramos tener con la tecnología.
Seguramente más de uno se puso a pensar qué hacer sin estar en las redes, deberíamos incluso hacerlo más seguido por puro ejercicio mental. Claro que los resultados también se pueden compartir por la vía digital.
@rvargaspasaye