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¿ES ESO UN DIOS DE AMOR?…

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Juan Chávez

«Sonría tía Vane», es la frase que Vanessa ha escuchado en los últimos 10 años, desde un día rutinario hasta las piñatas de sus sobrinos, cumpleaños y fechas especiales, «Me pregunto ¿Cómo he sobrevivido este tiempo sin mi pequeña May?, Maylet como mi mejor amiga», con la mirada perdida y las palabras arrastrando dice que el próximo 22 de diciembre cumpliría 15 años, «Si ella viviera todo este año hubiera sido de preparativos para una gran fiesta familiar, con su vestido quizá rosita o lilita, su peinado y maquillaje de señorita con un baile donde mi papá sería el primero en abrir la pista con ella de la mano, pero no. Ese maldito borracho que no respetó el semáforo llegó y golpeó nuestro carro, ella iba en el asiento trasero y a pesar de que estaba con su cinturón y con 3 almohadas porque venía dormida, el golpe la destrozó por dentro, tuvo hemorragia múltiple».

Vanessa ya no se detiene en llorar, ni gritar su dolor, se estremece y yo, yo no sé qué hacer para tratar de aliviar su dolor, pasa un buen rato para que logre controlar ese trance. Me dice que por ello no quiso que esta plática fuera en un café o algún lugar público, «Tenía mucho sin un estallido así, con mi familia o amigos de confianza ya no lo hago porque me ven con ojos de enferma mental, dicen que ya pasó mucho tiempo y que no dejo descansar a mi hija, en el panteón donde puse sus cenizas tampoco y a la iglesia no he regresado ni lo haré. Estoy furiosa con Dios, me arrebató lo único bueno que me había dado, desde aquel día le he preguntado ¿Qué le hice?, ¿Por qué me la dio y así, sin merecerlo me la quitó?, eso es ser un Dios de amor?, ja, eso es jugar con lo más sagrado».

Vane recuerda cómo ella antes de desmayarse en su asiento al frente del volante en un crucero de Guadalajara, Jalisco, volteó al asiento trasero y le «Grité, May, May y apenas si le veía su pequeña manita llena de sangre. No sé cuánto duré ahí atrapada en el carro porque volví a esto que llaman vida, cuando unos paramédicos cortaban cerca de mi partes del auto para sacarme. Yo casi sin voz preguntaba por ella, sólo recuerdo en ese marasmo de dolor que uno de los rescatistas me dijo que la estaban atendiendo».

La llevaron a un hospital, ahí llegó su amiga Maylet con quien compartía el departamento para aligerar gastos mientras la ascendían, «Yo estaba hinchada de casi todo el cuerpo, sin varios dientes, fracturas en un hombro, costillas y pierna derecha con pronóstico reservado por probables lesiones internas. Aún así me bastó ver a Maylet para saber que mi pequeña, mi May ya no estaba ahí a como pude le exigí que me dijera la verdad, su llanto porque la quería como su hija me dio la respuesta, me arranqué el suero y me dejé caer de la cama no sentí dolor en mis lesiones porque yo en ese momento morí, morí como quizá todas las madres que han perdido un hijo lo hacen, desde ahí no soy más que alguien que camina sin interesarme nada en la vida. Ni para eso ha sido bueno ese Dios en el que creí, llevarme a donde está mi pequeña».

Vane bloqueó en su mente el tiempo que pasó en el hospital, su familia y se aferró al conejo de peluche que May adoraba porque, «Aún tiene el olor de mi nenita», lo único que le interesó fue saber del causante del asesino pero jamás lo conoció, «Supe pocos datos de él, que era hijo de un empresario de Tijuana muy joven y que sus amigos lo habían ayudado a irse del lugar, mi primo que es abogado se encargó de todo. La familia del asesino, porque eso es, no negó pagar nada y hasta después me enteré que me cambiaron de un sanatorio público a uno privado por orden de la familia del tipo ese y ellos pagaron. Me mandaron dinero en efectivo y la mamá del asesino un pequeño mensaje solidarizandose con mi dolor. Desgraciados, me pareció una burla».

«May me puso las cenizas de mi niña en una cajita pequeña en un nicho que mandó hacer ahí en donde vivíamos y con la virgen a un lado. Llegué en sillas de ruedas y ahí me puse de pie y destrocé esa imagen, abracé a mi hija y me encerré en el cuarto varios días, no comí, no tomé agua. Salí de ahí, hice maletas y me regresé a aquí con mi familia que iban y venían a verme. Le agradecí a May todo lo que hizo por ambas».

«Desde aquella vez yo soy una zombie, me levanto temprano preparo a mis 3 sobrinos para que se vayan a la escuela y aligerarle la carga a mi hermana, los amo pero jamás se podrá igualar con lo que sentía por May. Viene navidad y yo sigo sin el valor de acabar con esto, odio este mes y todo lo que trae, fui a terapias donde se habla sobre el dolor de perder a los hijos pero sentí que me ahogaba y dejé de hacerlo. Me preguntas qué espero de la vida, la respuesta es morir, quiero estar con May o al menos ya no despertar todas las noches llorando, arrastrarme de dolor mordiendo mis labios para que nadie oiga mi desesperación, no hay nada ni nadie que pueda aliviar mi dolor. Al menos le pido al destino que si no me quita la vida me borre la memoria, los recuerdos y así me de la paz que perdí hace 10 años». Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo electrónico Juanfechavez@gmail.com

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