Rubén Aguilar Valenzuela
El viernes pasado publiqué en estas mismas páginas la afirmación de un alto mando del Ejército que me decía que en esta ocasión la elección de los titulares de la Sedena y la Semar iba a ser “a dos”.
Entre el comandante en jefe saliente, López Obrador, y la comandanta en jefe entrante, Sheinbaum Pardo. Ese mismo día, por casualidad, la presidenta electa nombró a los titulares de esas dependencias.
Después de conocerlos nombramientos me pude comunicar con mis informantes, altos mandos del Ejército, y me confirmaron que el general Ricardo Trevilla Trejo, al que meses antes me daban como el “bueno”, era quien quería el presidente y el secretario Sandoval.
La extraordinaria periodista Peniley Ramírez, en su columna en Reforma del sábado siete de septiembre publicó, a partir de “fuentes militares”, que el candidato del secretario era el general Gabriel García Rincón, subsecretario de la Sedena.
Y si éste hubiera sido nombrado iba a continuar “la subordinación absoluta que ha mostrado Sandoval al presidente”. Los informantes de la periodista le dijeron que es el candidato mas independiente y que “tiene reconocimiento entre mandos activos y retirados”.
Y también que Trevilla Trejo se va a mostrar independiente de la presidenta y que “va a defender la responsabilidad y el honor de la institución que está tan deteriorada y devaluada”.
No tengo ninguna duda de que a Ramírez sus informantes le dijeron lo que ella escribe en su columna, que es una versión distinta a la que me dieron los altos mandos de los que yo obtuve la información.
A partir de esta contradicción en la información se puede decir que al interior del Ejército existen versiones distintas de cómo se dio el nombramiento del que será en unos días el secretario de la Defensa.
Mis informantes insisten en asegurar que la presidenta electa nombró a los secretarios, pero los eligió López Obrador. En los últimos días se han dado otras decisiones del presidente que muestran de manera clara su intervención en la configuración del gabinete de Sheinbaum.
La presidenta electa hace patente todos los días su acuerdo con el proyecto trazado por el fundador y líder de Morena, López Obrador. No queda claro si los nombramientos que ha hecho a petición o imposición del todavía presidente, le molestan o está de acuerdo con ellos.
La elección por parte del presidente de los titulares de la Sedena y la Semar, pero también de otras secretarías, y ahora de uno de sus hijos como el dirigente real de Morena, son prueba de la instauración del maximato.
En 1936, el presidente Lázaro Cárdenas sacó del país al general Plutarco Elías Calles, que estableció el maximato de 1929 a 1936, fueron siete años.
El presidente López Portillo sacó del país a su antecesor Luis Echeverría y Ernesto Zedillo a Carlos Salinas que lo presidió. El protagonismo y fuerza de estos presidentes hizo necesario esa medida, para poder asumir todo el poder.
La presidenta Claudia Sheinbaum está obligada a lo que hicieron Cárdenas, López Portillo y Zedillo, pero nunca lo hará. Todo indica, quiero equivocarme, que se va a someter a su mentor y líder.