Rafael G. Vargas Pasaye
Las noticias, buenas y malas, no se detienen, los mecanismos para que la gente se entere de ellas han vivido cambios en sus ciclos, esto es, antes la mayoría de las veces se marcaba la agenda noticiosa con las portadas de los medios impresos, ahora, incluso los noticieros nocturnos ya no replican lo que en la mañana fue noticioso pues hubo nuevos acontecimientos a lo largo de la jornada.
El ritmo de la vida, con el ingrediente de la libertad de expresión y la dinámica de las redes sociales, ha hecho que lo que antes era una verdad si no absoluta al menos sí consensuada, ahora sea puesta en tela de juicio, y de ello no está exento ni la persona, ni las instituciones.
Por ejemplo, en el lamentable caso de Debanhi Susana Escobar Bazaldúa en Nuevo León, antes de que apareciera su cuerpo existían muchas teorías y se habían escuchado muchas voces cada una con su propia versión que por supuesto incluía el tema de las amigas, la familia, el taxista y demás.
Cuando apareció su cuerpo y la Fiscalía General del estado de Nuevo León informó del hecho, se generaron otras tantas versiones, esto es, la versión oficial no fue del todo creída por la sociedad, ávida quizá de un desenlace diferente, seguro que en el fondo todos deseábamos que apareciera con vida, por ello el hecho de que apareciera su cuerpo en una cisterna dentro del motel varias veces revisado alimentaba ese ánimo de poca verosimilitud de la versión oficial.
Esto se puede llevar a otros tantos casos como el de los estudiantes de Ayotzinapa en 2014, o el asesinado de Luis Donaldo Colosio en 1994, cuando pese a las pruebas que se presentaron, hubo y seguramente hay quienes duden de que sean totalmente ciertas las versiones dadas, y es hasta cierto punto normal pues cada quien tiene su derecho a creer en lo que quiera.
El problema radica en que dejamos de creer en esa misma medida en la información oficial, en lo que a veces miran nuestros propios ojos, y en la vida no siempre existe la repetición instantánea (como en el VAR del futbol para corregir o defender una decisión tomada), se vuelve más una decisión emocional que racional, y propicia la llegada de otros datos, de versiones diversas no necesariamente oficiales.
La información la brinda una autoridad, en el caso de nuevo de Debanhi lo informado por la Fiscalía hace que muchos sientan inverosímil tal afirmación, pero es la que la institución dio, y es por tanto la que hasta el momento es oficial, aunque caiga en el círculo de que muchos no la crean.
Tiene que ver también con el ambiente de polarización que se vive en el país, y que en buena medida, queriendo o no, todas participamos en la generación de ese epicentro de la verosimilitud, pues por muchos otros datos o versiones oficiales que se nos otorguen, la realidad es la que calificamos al final como sociedad, y así vamos construyendo nuestra historia. O como lo dice Ramón Nogueras, autor del libro “Por qué creemos en mierdas” retomado por Francesc Mirelles en El País Semanal 2,378: “Todos llevamos encima una máquina dispensadora de información, a la que le da igual su veracidad”.
@rvargaspasaye