Redacción Sentido Común
La larga lucha emprendida por las mujeres mexicanas para lograr que se reconociera su derecho al voto culminó el 17 de octubre de 1953, cuando fue publicado en el Diario Oficial el decreto que reformaba el artículo 34 de la Constitución. “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos”, decía la modificación.
En 1937, impulsado por un intenso movimiento de las mujeres recién afiliadas al partido oficial, el presidente Lázaro Cárdenas intentó reformar el artículo 34 y hasta mandó el proyecto a la Cámara de Senadores, siendo aprobado al siguiente año, pero luego Cárdenas abandonó el asunto. El 24 de diciembre de 1946, durante la presidencia de Miguel Alemán, se dispuso que en las elecciones municipales participarían las mujeres en igualdad de condiciones que los hombres, con el derecho a votar y ser elegidas.
Adolfo Ruiz Cortines incluyó el voto femenino en sus promesas de campaña y ya como presidente cumplió. Así, el pleno derecho a la participación política de la mujer sería legalmente reconocido en México a partir de 1953.
La obtención del derecho al voto femenino en América fue un largo y arduo camino que se logró en cada país luego de grandes luchas. En Estados Unidos, el momento fundacional se da en 1848 con la Declaración de Sentimientos de Seneca Falls. Esta decía: “es deber de las mujeres de este país asegurarse el sagrado derecho del voto”. Y aunque solo fuera para las blancas, esto se lograría hasta 1920 con la decimonovena enmienda a la Constitución de EUA. Por su parte, las afroamericanas pudieron votar hasta 1965, cuando se logró el sufragio universal.