Rubén Aguilar Valenzuela
El pleito abierto de la presidenta Claudia Sheinbaum en contra del presidente Ernesto Zedillo (1994-2000), al que en los últimos días ha dedicado un gran espacio de sus comparecencias mañaneras, no es algo accidental y se inscribe en su estrategia político – comunicacional.
Es la manera de evadir, traer a la discusión de todos los días el fracaso de su antecesor, el presidente López Obrador (2018-2024), su mentor y líder, del que cada semana salen a la luz más desastres y se hacen evidentes más casos de corrupción. Esto va a seguir.
Es también la manera de esconder una realidad, que muestra de manera contundente, que cosas del gobierno anterior no fueron bien en el pasado inmediato y tampoco en el presente. Por eso hay que refugiarse en el pasado y encontrar supuestos culpables de hechos ocurridos hace más de 30 años.
En las mañaneras de la presidenta no están presentes los reales problemas del país, no se hace referencia a que el crecimiento de la economía en el sexenio de López Obrador, fue por abajo del 1%, es el menor de la historia moderna de México.
No se menciona que en 2025 y 2026, la economía mexicana tendrá un crecimiento negativo del -0.3%. En materia económica los primeros siete años del gobierno de Morena han sido de los peores que ha tenido México. De eso en las mañaneras no se dice nada.
Se buscan hechos del pasado, para construir una narrativa político – comunicacional, que tienda una cortina de humo sobre el fracaso del presente, que es palpable y evidente. Está a la vista de todos. Hoy es Ernesto Zedillo, pero mañana puede ser cualquiera. Siempre habrá alguien.
En las mañaneras de la presidenta, al igual que sucedió con su antecesor del que aprendió esta estrategia político –comunicacional, no se dice nada del endeudamiento del gobierno de López Obrador y el suyo propio, que son ya los más altos de la historia de México. Nada tampoco de la quiebra de Pemex y la CFE.
Ninguna mención a las decenas de víctimas producto de la desaparición del Seguro Popular, de haber suspendido el programa nacional de vacunación y de haber dinamitado el sistema de compras de medicamentos por parte de López Obrador. En su gobierno la presidenta no ha sido capaz de resolver el problema que se le dejó y todavía continúa, y con él también las muertes de inocentes.
En las mañaneras no hay mención a la entrega que López Obrador hizo a los grupos del crimen organizado, con los que pactó, de más de una tercera parte del territorio nacional en su estrategia de “abrazos y no balazos”. La presidenta, ante su fracaso, maquilla las estadísticas de seguridad para decir que ahora las cosas son mejores. No es cierto.
La estrategia de culpar al pasado de todo y traerlo todos los días al presente, le dio resultado al presidente López Obrador, y ahora también a Sheinbaum, es algo que gusta y con lo que se identifica la gran mayoría de sus simpatizantes, aunque no sepan de que se está hablando. Suena bien, que desde el hoy se combata a los “malos” del pasado. El fracaso del presente habrá de continuar, pero este no les importa. Mejor vivir en el ayer.