Luis Rubén Maldonado Alvídrez
El discurso de odio es aquel que ataca o discrimina a una persona o grupo, basándose en características como su raza, religión, género, orientación sexual, o cualquier otra forma de intolerancia. Puede ser verbal, escrito, o conductual, y puede manifestarse de muchas maneras, como imágenes, videos, gestos, símbolos, o incluso en persona.
El discurso de odio puede tener consecuencias graves, poco ponderadas por quienes lo impulsan, como: incitar a la violencia, dañar la inclusión y la diversidad, erosionar los valores comunes, generar un clima de intolerancia y fracturar la convivencia social, entre otras.
El expresidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es un maestro en instalar la discordia y el encono social, gracias a su muy bien articulado discurso de odio contra quienes considera sus adversarios. Como mandatario mexicano, en los últimos meses de su gobierno, lo hizo extraordinariamente bien, en contra del Poder Judicial mexicano.
“El Poder Judicial está tomado, está secuestrado, está al servicio de una minoría rapaz, está al servicio de la delincuencia llamada organizada y de la delincuencia de cuello blanco, entonces sólo con la participación de la gente, con la democracia, con el método democrático, eligiendo jueces, que el pueblo elija abogados íntegros, incorruptibles, con vocación de justicia, sólo así vamos a poder avanzar”, así justificaba Andrés Manuel López Obrador su ofensiva contra jueces y juezas, magistradas y magistrados de todo México.
Y en coro, siguió una de las impresentables: Lenia Batres. “Hoy las puertas del poder Judicial están abiertas al tráfico de influencias y cerradas al pueblo de México”.
Y se fueron sumando voces a la poesía coral que, el entonces tlatoani, quería escuchar. Así fue, como el discurso de odio contra integrantes del Poder Judicial federal y de los estados, se quedó instalado en la base morenista primero, después en el imaginario colectivo de gran parte de los mexicanos.
Otro talento a destacar de López Obrador, es su necedad para repetir y repetir lo mismo; lo cual hace más poderosa la comunicación.
El Poder Judicial del Estado cumple este 2025 doscientos años de existencia en una circunstancia impensable hace un par años: con una impopularidad inaudita, derivada de un discurso de odio fomentado desde el Poder Ejecutivo federal que se instaló en Palacio Nacional desde 2018.
Desde la narrativa grotesca, punitiva y falaz contra integrantes del Poder Judicial de México, todas y todos los jueces son enviados del mal; los magistrados y magistradas hijos de la corrupción y el nepotismo.
Ni uno se salva.
¿Será? ¿No hay una sola persona buena en el Poder Judicial de los estados o de la federación?
Según el discurso instalado por López Obrador, no. Ninguna persona de las que actualmente son jueces, juezas u ocupan alguna magistratura.
Eso sí me ha hecho rabiar durante meses.
Conozco muchísimas historias al interior del Poder Judicial de Chihuahua de gente comprometida, no al 100% sino al 1000% con su trabajo como personas juzgadoras. Esta reforma judicial (producto del odio y la víscera de AMLO) echa a la basura proyectos de vida de hombres y mujeres que hoy son satanizados por un discurso de odio virulento, quienes han sacrificado años de convivencia familiar.
El discurso oficial ha convertido a las personas juzgadoras en los nuevos villanos del régimen. Sin conocer que, detrás de cada juzgado o magistratura, hay un ser humano con sacrificios, sueños, metas, familia, dolores, fracasos, lágrimas y risas.
Leo en redes sociales una serie de infundios contra muchas mujeres y hombres que han dedicado su vida a la preparación para tener una carrera judicial que les permita dirimir controversias entre particulares, labor por demás ingrata. Una jueza o juez, no aspira a ser popular, aspira a ser justo según la ley.
Cuando una persona llega a una audiencia tiene la expectativa de que la razón le asistirá. En una de las partes, no será así. Ya que, en el momento que se resuelve el conflicto a una de las partes no le va a satisfacer la resolución del juez o del magistrado. Entonces ya tenemos en handicap de este en contra. Nunca satisface al 100% de la demanda en las expectativas que ellos tienen de sus casos. Entonces ser juzgador, yo lo he aprendido al interior, la verdad es muy complicado, es es muy ingrato en el sentido de que se esfuerzan y sacrifican mucho.
En un hospital se encuentra un hombre muy enfermo. Su hija lo acompaña con la esperanza de que mejore. Mientras, trabaja los puntos finales de un documento. Es casi día de reyes, huele a rosca por doquier. Sin embargo, el hombre pierde la vida ante la mirada atónita de su hija, quien no dejó de trabajar, aún en la agonía de su padre.
Ella es juez y el documento en el que trabajaba eran los puntos finales de una sentencia. Ese es el grado de compromiso que tiene la licenciada con su labor de jueza. Nadie mira a las personas juzgadoras como personas y existen miles de historias así que sacrifican mucho por el gran compromiso que implica impartir justicia con integridad.
Porque son muchas más las historias de personas comprometidas con impartir justicia de manera adecuada, sean personas juzgadoras o personal jurisdiccional, así como administrativo o creativo, el Poder Judicial chihuahuense está lleno de esas historias que deben conocer la luz.
A punto de llegar a 200 años de vida del Poder Judicial del Estado de Chihuahua, mi reconocimiento a todas las personas que dedican su vida para que la justicia pronta y expedita sea una realidad. Y aunque mi deseo es políticamente incorrecto, en términos de la narrativa oficial que se dicta desde el gobierno federal, quiero agradecer a todas esas personas que han llegado a ser magistradas, magistrados, jueces y juezas, quienes han hecho de la carrera judicial, un semillero de talentos para el futuro, el cual se ve truncado por la irrupción de la popularidad como elemento clave para llegar a ser persona juzgadora.
ESPRESSO COMPOL
La reforma judicial plantea un reto interesante: inventar un modelo de comunicación judicial que acerque a la persona al sistema judicial de una manera omnipresente, moderna y dinámica.