Moises Molina
Asistimos hoy, más que nunca, a un entorno político desvalorizado que circunda al proceso electoral mexicano. A la mayoría de nuestros políticos se les olvidó hacer política y por eso hacen grilla.
Hace tiempo que partidos y ciudadanos entramos en una espiral de desprecio donde las elecciones son un excelente marco para demostrar que los ganadores lo son cada vez más las campañas de odio, la guerra sucia, el voto nulo o el abstencionismo.
¿Qué nos han dejado? Representantes populares electos sin legitimidad. Quizás el principio del fin del estado comience por la elección de unos cuantos por unos cuantos, cambiando así el sentido de toda democracia.
De las múltiples aristas que el fenómeno pueda tener quiero referirme hoy solamente a aquello que ha acaparado la atención de los generadores de opinión y los editoriales de la mayoría de los medios de comunicación (no olvidemos que la política es una guerra de percepciones) y no es la primera vez que nos referimos a ello en este espacio:
Hacia la segunda mitad del siglo 20 los partidos de masas se convierten en lo que Kirchheimer bautizó como partidos de electores siendo sus principales características las siguientes:
• Su objetivo central es la movilización de los votantes con cada elección;
• Difumina su programa de acción y lo reduce a afirmaciones de principio como justicia, cambio, progreso, libertad, seguridad, democracia, etc. (por ello a los electores nos cuesta trabajo distinguir la diferencia entre las distintas “ofertas de campaña”;
• Desdibuja su conexión tradicional y preferente con un determinado sector social y se lanza a la desesperada aventura de captar apoyos en todos los sectores, echando mano incluso del “chapulinismo” o transfuguismo partidista. De ahí su nombre de “Catch All Parties” o partidos atrapa todo.
• La afiliación pierde importancia. Hoy vemos, a pesar de los esfuerzos de la autoridad electoral por exigirla, mucha simulación.
• La transmisión de una doctrina política a una gran masa de afiliados pierde su razón de ser y toma su lugar la obtención de su voto;
• La propaganda electoral toma el lugar de la educación política;
• Se extrema la profesionalización de la elección integrada por personas que han hecho de la carrera política una dedicación exclusiva.
• La imagen del líder y los rasgos que le caracterizan sustituyen a la ideología del partido. Por ello existen en el mundo, como en México, partidos de un solo hombre.
Todos estos apuntes corresponden más o menos a 1966 y de sobra es conocido que nuestro país respecto de esta y muchas otras cuestiones sufre de un desfase histórico.
En 1957 Anthony Downs ya lo había descrito de una forma profética y magistral que me permito entrecomillar con mayúsculas: “LOS PARTIDOS FORMULAN PROPUESTAS POLÍTICAS PARA VENCER EN LAS ELECCIONES, EN LUGAR DE GANAR LAS ELECCIONES PARA APLICAR LAS PROPUESTAS POLÍTICAS”.
@MoisesMolina