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Y pese a todo, ir gustoso a dar clases de literatura

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Doble Negación

A Dany, maestra

Las noticias son el pan de cada día, desde primera hora, todavía no acabamos de abrir bien los ojos cuando ya estamos con el celular o la tableta; las portadas, las columnas, lo que vendrán en los noticieros de radio y tele tanto locales como nacionales, las tendencias en las redes, no importa si es hora centro, pacífico o el de la frontera, esto es algo de 24 por siete.

Cada quien tiene su ritmo, sus lecturas obligadas, sus intereses particulares. Infieres que si lo escribió fulano, lo traerá también perengano: leer entre líneas. Cabezas amarillistas, algunas notas sin sustento, fotos de todo tipo, videos, audios, lo normal para quienes nos dedicamos de alguna u otra forma a la comunicación.

En medio de notas (algunas ciertas y sustentadas pero también otras falsas o solo llenas a partir del rumor) que hablan de corrupción, de inseguridad, de inundaciones, de posibles conflictos, de desaprobación de autoridades, también hay otras que nos hacen pensar que no todo está perdido, un nuevo descubrimiento que mejore la salud o cure una enfermedad, un triunfo deportivo, un invento, un premio literario o un video que nos hace reír porque nos habla de cómo perdemos tiempo viendo videos.

Justo a la mitad de todo esto llega la oportunidad de impartir una clase de literatura a un grupo de nivel universitario. Y lo agradezco. Hace algunos años que no piso esa cancha, no es lo mismo dar conferencias, talleres, charlas, encuentros, que inmiscuirme de nuevo a la disciplina de los horarios, los temas centrados, el plan de trabajo. El nervio viene porque uno se siente fuera de forma. Hay que agarrar ritmo. Aunque lo que bien se aprende (si es que se aprendió) no se olvida.

Lo mejor que en este lapso que he venido planeando las clases tuve tiempo de desempolvar viejas lecturas, hacer relecturas necesarias, generar nuevas técnicas para ganar la atención del alumno, pues me dicen que hoy el profesor compite contra la distracción más fuerte que es el celular junto con la ignorancia, y quizá debamos sumar el deprecio por aprender.

Recuerdo que no hace mucho, más de alguno tomaba (tomábamos) notas sobre lo visto en la clase, ya fuera un acontecimiento, fecha, frase, personaje o hasta de palabras que no conocíamos o autores que estábamos por conocer, anécdotas que los grandes maestros siempre compartían.

Hoy la web ayuda a la inmediatez pero el daño colateral puede ser que cuando se tiene la respuesta de manera precisamente inmediata casi tan rápido se olvida si no se procesa, se guía, se lleva. Ese pues quizá sea el nuevo reto. Ya nadie llama por las tardes o noches en medio de reuniones a algún amigo que sabe más del tema para preguntar el nombre correcto de algún actor o pintor, el alcance del click erradicó esa vereda, pero abrió otras, la de la (poca) permanencia y pertenencia.

Mis clases espero sean bien vistas por los alumnos, mi único deseo es que aprendan un poco más sobre una de mis pasiones que es leer. En parte también estás mismas sesiones serán un homenaje a mis maestros, obviando que a ellos se les deberá lo bueno, lo malo siempre debe ser solamente firmado por el autor.

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