Comunicación para el Bienestar
El triunfo electoral de Samuel García fue atribuido, por muchos especialistas, al “efecto Mariana”. Mariana Rodríguez ha forjado una carrera como influencer y, sin duda alguna, el capital mediático que esto le genera sirvió de plataforma para la campaña del ahora gobernador, acción que le valió varias críticas y hasta una multa por parte del Instituto Nacional Electoral, sin embargo, no pasó a mayores.
Del mítico Yes We Can de Obama al “fosfo fosfo” de Rodríguez, han pasado dos décadas de transformación en la manera en la que se entiende la comunicación electoral, el mismo Donald Trump confió su comunicación de campaña a una influencer de 22 años, y no es que sea lo más apropiado, pero en una lógica de campaña fue lo más conveniente.
El verdadero problema aparecer cuando la ideología del influencer se apodera de la gestión gubernamental. El “efecto Mariana” dejó de ser una herramienta electoral y se convirtió en la única estrategia de comunicación del gobierno de Nuevo León y las consecuencias son a la vista lamentables.
Al respecto hay dos temas que considerar, el primero, y que no abordaremos aquí porque ya está siendo analizado por grupos más calificados, es la violación a los derechos de la infancia del menor que fue adoptado de forma “temporal” por la pareja gubernamental. El segundo, en el que sí ahondaremos por ser materia de Comunicación para el Bienestar, es un análisis de cómo la habilidad técnica ha suplido la capacidad estratégica de la gestión de la comunicación de gobierno, de la que Nuevo León es un ejemplo por protagonizar la polémica, pero que se está dando en casi todos los ejecutivos locales, estatales y, claro, federal, con una laxidad que ya es preocupante porque atenta al bienestar de la sociedad.
La “adopción temporal” más que parecer una estrategia planificada en el entono de lo político-gubernamental, se asemeja a la ideología del influencer fundamentada en un modelo de negocio basado es una estrategia mercadológica en la que el influenciador es una marca que ha de promocionarse y venderse entre el nicho consumidor. Por tanto, llevarla a la comunicación de gobierno es atentar contra el bienestar de las personas que ya no son vistas como ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos y libertades, sino como un consumidor (fan) de personajes políticos.
Este tipo de comunicación se aleja del esquema ideal de horizontalidad en el que los ciudadanos tengan cada día mayores posibilidades de participación y de ser escuchados por los administradores del poder púbico, por tanto, es una práctica antidemocrática en la que la voz de los ciudadanos, sus verdaderas necesidades y los programas de gobierno ya no tienen cabida.
Entonces, conocer los detalles de la estrategia para la “adopción temporal” es fundamental. Quién o quiénes la planearon, como se contrató a la agencia que la puso en marcha, qué tipos de reacciones se buscaba generar en la ciudadanía, quién y cuánto se les pagó a estos estrategas y, sobre todo, cómo se planificó que esta acción pudiera impactar positivamente en la vida pública de los neoleoneses.
Seguramente, ni Mariana Rodríguez ni Samuel García ni su equipo de producción tenían la intención de dañar al menor, la gravedad radica en que quizá ni siquiera realizaron una evaluación de riesgo sobre lo que esta acción podría provocar, se pecó de ingenuidad, se presumió de expertise, o se cayó en las trampas del ego y ahí están las consecuencias de alejarse de la mesura que exige la gobernanza y de no contar con equipos pensados para crear formas de comunicación éticas, creativas y enfocadas en estimular la participación ciudadana.
La comunicación gubernamental debe cambiar el polo de dirección del mensaje, debe dejarse de centrar en las figuras y discursos de poder y nacer de las necesidades y voluntad comunitaria para establecer diálogos de contraste y no de confrontación, justamente eso es lo que propone la Comunicación para el Bienestar.