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NO TODOS SOMOS LORETS

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Comunicación para el Bienestar

Los “lorets” son ese grupo de personas privilegiadas que pertenecen a una cúpula que, de cierta forma, se han beneficiado del poder político o económico. Este grupo se caracteriza porque el único interés que manifiestan por los ciudadanos es para mantenerlos controlados mediante el sistema policiaco-judicial y manipulados a través del económico-mediático.

Lejos de lo que ellos dicen, esta clase no es nueva ni recién fundada, sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos modernos de nuestro país, es esta longevidad lo que les ha permitido mutar y mudar de un partido a otro, de una dependencia a otra, de una cátedra a otra y de un espacio informativo a otro, por lo que sus miembros no son exclusivos de ningún grupo, hoy día los podemos encontrar en la “oposición”, en el servicio público o como representantes de intereses empresariales que apoyan a un bando o al otro.

En las últimas décadas la palabra cartel ha tomado un rumbo muy concreto que ha servido para denominar a grupos delincuenciales. Llamar a los hijos del presidente de México líderes del cartel de los López-Beltrán busca pintarlos como una pandilla de pillos y corruptos. Tema de tendencia en las redes en donde cientos de personas (y de bots) se dieron vuelo al inicio de semana replicando el hashtag #CartelLópezBeltrán buscando sembrar en la opinión pública la idea que vincula a los referidos con la delincuencia.

El origen de la diatriba la encontramos en varios momentos. No obstante, podemos señalar a dos reportajes publicados al mismo tiempo, uno por la empresa Latinus y el otro por la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, como los detonantes del conflicto y en los que se infiere que José Ramón López Beltrán, hijo del presidente López Obrador, se da una vida de lujo en Houston, Texas, alejado de la austeridad que pregona su padre. La controversia; vivir en 2020 en una mansión de lujo perteneciente al dueño de una empresa que tiene contratos con Petróleos Mexicanos.

Los textos en cuestión, enfatizan supuestos más que datos concretos que señalen corrupción, fraude, riqueza inexplicable o algo que se le parezca. Periodismo sin datos, pero lleno de elementos simbólicos a partir de lo cual se puede construir la idea de que López Beltrán vivió en una mansión alejada de sus posibilidades.

Por otro lado, el reportaje de Telemundo tratando de dar con el paradero del lugar de trabajo de José Ramón está lleno de imprecisiones. No supimos si trabaja ahí o no, pero todos se pusieron nerviosos cuando vieron al reportero. Nerviosismo que se convierte en sospecha y que nos da para construir una historia opaca, mal contada, sin valor periodístico, pero que alimenta la idea del cartel construida desde el mundo del periodismo y de la política sin datos, con muchos supuestos, dichos que ensucian no al hijo, sino al papá.

El plebiscito revocatorio en puerta y la empresa C&E Research diciendo que la popularidad del AMLO había descendido casi 10 puntos después del conflicto con Carlos Loret de Mola sin mostrar la metodología aplicada, ni el instrumento con el que se recogieron los datos, ni el tamaño de la muestra, solo apelando a la buena y mala fe de las personas para seguir sembrando sospechas desde la opacidad.

El cartel de los López Beltrán es entonces denominación que se encuentra en los mismos niveles del periodismo del cual se deriva. Opiniones llenas de adjetivos, inferencias y suposiciones, pero en donde se carece del dato preciso y concreto que legitima un dicho periodístico. Ni una denuncia que nos señale que la familia presidencial esté directa o indirectamente vinculada a alguna actividad ilícita.

Por otro lado, está la conducta del presidente, que hizo gala de todo su poder político-gubernamental para pedir, “como ciudadano” que varias instituciones públicas vayan a investigar a un individuo y a toda su familia para resolver un asunto privado entre Loret y AMLO, rencilla financiada con recursos públicos.

Nadie le quita al presidente su derecho de manifestarse como ciudadano, pero esto no lo puede hacer en la mañanera donde, desde su papel presidencial, está utilizando los recursos del Estado para dirigirse a toda la nación, desde esa tribuna tampoco puede pedir a las instituciones a las que comanda que le digan si, como ciudadano, pero desde Palacio Nacional, puede mostrar documentación en contra de Loret en libre ejercicio de su libertad de expresión.

Reducir problemas tan grandes como la corrupción, el autoritarismo, los linajes políticos o el abuso de poder a la rentabilidad electoral de las luchas cupulares entre las diferentes variedades de “lorets”, es vergonzoso, lamentable y peligroso. Desde este análisis de la realidad se pretende hacernos pensar que la afrenta entre Carlos Loret y Andrés Manuel López Obrador es el asunto más importante de México y así se coloca en el espacio público, restando atención a temas urgentes como los niveles de inseguridad, la pobreza o los conflictos internacionales.

Afortunadamente no todos los mexicanos son “lorets”, aún hay voces críticas que desde sus trincheras luchan contra la maquinaria cupular para dar voz a quienes parecen no ser tan importantes como para ser tratados en las grandes producciones de la mañanera o de Latinus.

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