Sandra Velarde
Ayer recibí una llamada desde Memphis, Tennessee, Michaelangelo Coleman.
Hace 14 años lo conocí.
Estaba en Nashville en una iglesia, en mi intento de insertarme en aquel lugar leía todo lo que me encontraba.
Un folleto sobre un programa de Acompañamiento a Presos Sentenciados a Muerte.
No lo dudé, mandé mi aplicación, en minutos tenía el nombre del hombre que acompañaría y con el que comprometía a estar en el día de su ejecución si así se requería.
Una capacitación previa donde entre una comunidad de diversos ministros de Iglesias ya de edad avanzada, yo era como el negro en un arroz.
El primer día y avanzando con todo el temor del mundo con mi pasaporte mexicano como única identificación. Pasé por varias revisiones hasta los zapatos, muchísimo más exhaustivo que en un aeropuerto.
No cintos, no ropa envolvente, no tacones, etc.
Un sello invisible en el puño y pasar por varios pasillos hasta zona 5…. Sentenciados a muerte.
El camino era largo. Atravesaba rejas y puertas blindadas y pesadas que apenas podía abrir. Edificios aledaños con presos de menor peligrosidad pero que tocaban las ventanas gruesas al verme pasar y gritaban cosas ininteligibles para mi. Así estaba mejor.
Zona 5, llegar firmar y ver algunos de mis «compañeros» ministros visitando a sus asignados.
Cuando Michaelangelo sale a sentarse junto a mi, no me dirigía la mirada, miraba al frente, podía experimentar mi nerviosismo y su tensión. Cuatro años lo visité cada lunes.
Nos teníamos aprecio y confianza, me relataba su vida. Madre prostituta, juventud con uso de sustancia hasta llegar a matar por conseguirla. Una historia de tantas.
En muchas ocasiones nos divertimos y reíamos imaginando diferentes escenarios, planeábamos su salida, nos imaginábamos que el daría conferencias al salir, que escribiría un libro, 34 años encarcelado para ese entonces daba historias a montones.
Un día lo trasladaron a otro centro de reclusión de Máxima Seguridad. Lo dejé de ver.
Un día me regresé a Tepic, me comunicaba con su abogado Mike Passino el mejor abogado de oficio que existe en EU.
Hombre de edad mayor y apasionado de su trabajo. Me informaba de vez en cuando de su caso. Siempre estábamos en apelaciones que se perdían y Michaelangelo perdía la esperanza.
Hace 6 meses el abogado me pide una carta para relatar mi experiencia con Michaelangelo y me dijo que la pondría para ver si el Comité de Parole (no sé cómo se dice en español), se conmovía.
Escribí mi historia con él.
Nuestra amistad, nuestras risas, mi aprendizaje con él. Mi creencia de que el mundo estaba listo para él, pero sobre todo que él estaba listo para el mundo.
Salió libre.
Ayer lo escuché asustado, perdido, tiene 2 meses que salió, no encuentra trabajo, no sabe en qué trabajar, no sabe vivir fuera.
-Michaelangelo!!! Escribe el libro aquel!!
Aquel que dijimos luego darías conferencias!!!
Vuelve a reír!!
Como siempre y mejor que nunca!!!!
Confía en ti!!! Tienes hoy lo que tanto anhelaste, ver el sol de frente!!
Disfruta tus minutos en libertad!!!
Aprovecha!! La vida es corta!!
Lo escucho sollozar, mientras pienso que me digo lo mismo para mi.