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Lee Miller: Al otro lado del espejo

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Rubén Aguilar Valenzuela

El documental de Lee Miller: Al otro lado del espejo (Francia, 1995) cuenta la vida de la modelo y gran fotógrafa estadounidense Lee Miller (1907-1977), que buena parte de su vida la vivió en Inglaterra.

Para la construcción de la historia de esta extraordinaria mujer, muy adelantada a su tiempo, el director entrevista a tres personas fundamentales en la vida de Miller: Anthony Perose, su hijo; Davis Sherman, fotógrafo de la revista LIFE, que trabajó con ella y fue su amante y Patsy I. Murray que crió a Tony.

Miller nació en 1907 en Poughkeepsie, en el estado de Nueva York. Fue la mayor de tres hermanos, a los siete años, en la visita a unos familiares, fue violada por un conocido. El abuso implicó un trauma psicológico, pero también el contagio de gonorrea, enfermedad que, en aquella época, requería procedimientos muy invasivos. Ella nunca habló de esta violación.

Su padre fue gran aficionado a la fotografía a la que le dedicaba mucho tiempo, tomó a su hija fotografías desnuda cuando era niña y ya entrada la adolescencia. Estas fotos eran claramente inapropiadas, pero no hay evidencia sólida de que hubiera habido incesto. Ella nunca comentó estos hechos.

De extraordinaria belleza, a los 19 años se convierte en una modelo muy exitosa que posó para los mejores fotógrafos de su época como Arnold Genthe, Nicolás Muray, Edward Steichen, Horst P. Horst y George Hoyningen-Huene. Su carrera se trunca cuando una foto suya se usa para ilustrar una campaña de Kotex. Era la primera vez que se utilizaba una modelo, y no una ilustración, para ese tipo de publicidad. Las firmas de moda la dejan de llamar.

Se va entonces a París y se relaciona con Picasso, Max Ernst y Cocteau, Miró y Paul Éluard. A través de Edward Steichen, director de fotografía de Vogue, conoce a Man Ray, fotógrafo y uno de los emblemas del surrealismo. Su relación con Ray – primero como discípula y pronto, como musa, colaboradora y amante- fue fundamental para su desarrollo artístico dentro del surrealismo.

En 1929 ambos desarrollaron la técnica de la solarización, que revertía las partes positivas y negativas de una fotografía y producía una especie de halo en la imagen que acentuaba los claroscuros. En sus tres años de relación, Ray fotografió en muchas ocasiones a su musa en una tendencia a “desmembrarla” fotográficamente.

Los labios, el ojo y el torso de Miller se convierten en parte de algunas de sus obras más icónicas. Ella no acababa de encontrar su lugar en el plano sentimental: “En todas las historias de amor que viví no fui realmente amada. Siempre hubo algún tipo de repugnante atracción, simplemente animal”, escribió años más tarde.

Miller despliega su actividad profesional en el campo del retrato y los trabajos comerciales para firmas del mundo editorial como Vogue, Harper’s Bazaar o Vanity Fair.  En 1932, la Julien Levy Gallery expuso su obra.

En 1932, ella deja París y regresa a Nueva York donde abre un estudio fotográfico con su hermano. Se convierte en sensación del mundo cultural de la ciudad. Con veinticinco años se consagra como artista, con varias exposiciones fotográficas y trabajos, tanto editoriales como comerciales.

Cuando un amigo al que había tratado en París, el millonario egipcio Aziz Eloui Bey, llega a Nueva York, le pide que se case con él y acepta. En 1934 cierra su estudio y se marcha a El Cairo, para dedicarse a una vida cómoda como esposa de un hombre muy rico, que la consiente. Viaja por el mundo.

Esta vida no la satisface y en 1939, ella y Aziz se separan de forma amigable. Entonces se va a vivir a Londres. En el puerto de Southampton la esperaba el pintor surrealista Roland Penrose, al que había conocido dos veranos antes en París y reencontrado en Mougins en la Costa Azul.

Ya en Inglaterra, se instala en la casa de Roland en el bohemio Hampstead londinense, donde celebraban grandes fiestas a las que asisten todo tipo de personas. En 1939, la Gran Bretaña entra a la Segunda Guerra Mundial. Al no ser inglesa no puede trabajar de forma oficial, y lo empieza a hacer como free lance para la revista Vogue.

Primero hace fotografías de moda, con un toque surrealista donde los edificios bombardeados los utiliza como fondo. Y después documenta los estragos de los bombardeos de la aviación nazis sobre Londres. Algunas de estas imágenes se recopilaron en el libro Grim Glory: Pictures of Britain Under Fire, dedicado a Winston Churchill.

Para cubrir la guerra decide entonces, en su calidad de estadounidense, registrarse para cubrir las acciones del Ejército de Estados Unidos. Se convierte en reportera de guerra. En el trabajo conoce a David E. Scherman, fotógrafo de Life, con el que traba una gran amistad y también es su amante. Ella y Scherman van a fotografiar el desembarco en las playas de Normandía.

Aquí fotografía los hospitales de campaña y junto con Scherman se agregan a una unidad de infantería del ejército estadounidense. Fue la primera mujer en hacerlo. De este modo, es testigo del avance de la guerra en la primera línea: entre otros hechos, presencia la liberación de París y la marcha de las tropas hacia Alemania.

Fue una de las primeras fotógrafas que entra en el campo de exterminio de Dachau, en Alemania, fotografía los cadáveres, las cámaras de gas y a los sobrevivientes. Envía un cable a Audrey Withers, editora de la revista Vogue, rogando que publiquen las imágenes que le envía del campo de exterminio. Lo que no se hace.

En Múnich, ella y Scherman consiguieron entrar en el apartamento de Hitler y Eva Braun, donde se retrataron el uno al otro en la bañera del Führer. En 1945, Miller recorrió el este de Europa, documentando la devastación del final de la guerra.

Scherman en el documental dice sobre la fotografía de guerra de Miller: “Lee era la maestra de retratar lo incongruente”. Y en la guerra, la incongruencia está por todas partes. Pero, incluso en esos momentos tan trágicos, el humor, al que siempre recurría Lee, podía estar presente, “fue una mujer muy divertida, creo que la guerra fue divertida para ella”.

En 1947 se casa con el pintor Roland Penrose y se retira de la fotografía. Tiene un hijo, Anthony, al que nunca pudo criar y para eso tuvo ayuda. Desde muy pequeño estuvo a cargo de Patsy, una niñera a la que él aún llama su “segunda madre”. En 1977 a la muerte de su madre queda como albacea de sus bienes.

Después de que ella muere, su hijo Anthony descubre que su madre fue una gran fotógrafa, que había participado en la Segunda Guerra Mundial. Él, entonces, empieza a rescatar y dar a conocer la vida y la obra de su madre, que a partir de su retiro en 1947 habían permanecido desconocidas. Es a él, como aparece en el documental, que debemos el “regreso” de Lee Miller.

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