ConSentidoComundeMujer
María Esther González Aguilar
Libertad de expresión; derecho constitucional para el cual no todos estamos socialmente preparados para ejercer, tolerar y respetar. La libertad aplica al ámbito público y al privado. Gobiernos e instituciones afirman defender y garantizar la “libertad de expresión” pero en la práctica, hay ciudadanos violentados o que llegan a perder la vida por alzar la voz contra el poder o para defender el derecho a la libre manifestación de las ideas. Individualmente, no se tiene cultura para aceptar que si bien somos semejantes, no somos iguales, prevalece la máxima: si no piensas como yo, eres mi enemigo.
Es frecuente, ser testigo o experimentar un rechazo cuando se habla directamente, se expresan las cosas como son, sin rodeos. A más de uno, no le gusta que se diga la verdad, lo real, tal cual ocurre, llegando a clasificar a quien lo hace como alguien incómodo, lo estigmatiza e incluso lo margina, cuando su aportación puede ser valiosa para la toma de decisiones.
Existen colectivos en donde hablar claro, directo y con verdad es lo común, sin que nadie se sienta agraviado por la forma de abordar temas por muy dolorosos, críticos, delicados o sensibles que sea. Pocos son los que tienen estructura mental o inteligencia emocional para aceptar la realidad que se agradece aun cuando es normal sentirse afectado o enojado.
Lo deseable es aplicar la frase “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, expresión atribuida a Francois Marie Arouet, escritor francés conocido como Voltaire, personaje que afirman nunca lo dijo y la autoría es de Evelyn Beatrice Hall, escritora inglesa que la redactó para ilustrar en “Los amigos de Voltaire”, las creencias del filósofo.
La experiencia dice que, sin importar el ámbito, la conducta de integrantes de un equipo, suele, en aras de continuar gozando de privilegios o simpatía del tomador de decisiones o para no perder espacios, omitir datos o información, engañar o no decir verdad aun cuando el costo sea muy alto. Desde luego en el mismo equipo pueden existir individuos que se caracterizan por ventilar asuntos producto de la realidad.
Entre la clase política ocurre que cuando son oposición o andan en campaña, ejercen el derecho a expresar libremente sus ideas e incluso hasta abusan del lenguaje cuando de señalar se trata; pero cuando ya están en el poder, les gusta escuchar que todo es perfecto, no agradan las verdades, ni los señalamientos por omisiones, falta de resultados, errores o por no cumplir compromisos. Prefieren rodearse de lambiscones que a todo dicen si, que todo está bien o que fue la mejor decisión. Entonces aquí si aplica la frase “es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado”, la libertad de expresión es letra muerta.
El reto para los organismos públicos es garantizar que se cumpla el mandato constitucional y los pactos internacionales en la materia; individualmente ejercer responsablemente todos los derechos y libertades, sin excesos, libertinaje o incurrir en actos que trastoquen el marco legal. ¡Es cuanto!