Rubén Aguilar Valenzuela
El general de división Jesús Leana Ojeda, comandante de la tercera región militar, con sede en Culiacán, el pasado 16 de septiembre, en una conferencia de prensa, hizo declaraciones que dan cuenta de cómo el Ejército asume el tema de la seguridad nacional y pública.
Dijo de manera clara, no ha lugar a las interpretaciones, están las grabaciones, que el problema de los enfrentamientos entre Los Chapitos y Los mayos, grupos del Cártel del Pacifico, solo “depende de los grupos antagónicos”.
En su versión el problema de la seguridad no es un tema que corresponda al Ejército o a la Guardia Nacional (GN), sino solo a los grupos rivales, que no merecen el calificativo de crimen organizado, simplemente son “grupos antagónicos”.
A pregunta expresa sobre cuándo la gente de Culiacán regresaría a la normalidad respondió: “Queremos que sea lo más pronto posible, pero no depende de nosotros. Depende de los grupos antagónicos que deben dejar su confrontación entre ellos y que estén dejando a la población en paz para que viva con tranquilidad”.
El periodista, incrédulo con lo que acaba de oír, le vuelve a preguntar, para que no haya dudas, “¿la seguridad depende de los grupos delincuenciales?”. Y el general le contesta: “Depende de ellos, son los que quieren hacer las agresiones, son los que están cobrando las vidas. Nosotros no, al contrario. Nosotros estamos acá para evitar que ellos tengan confrontación y haya pérdida de vidas”.
El Ejército y la GN no se hacen cargo de la seguridad, esa no depende de ellos, sino solo de la buena voluntad de los grupos criminales. El general utiliza un lenguaje muy semejante al de su comandante en jefe, el presidente López Obrador, que llama a los criminales a “portarse bien” y de no hacerlo los va a “acusar con sus mamás”.
Un alto mando del Ejército me dice también que esa es la posición del secretario de la Defensa. Y me confirma que la declaración del general no es un error o expresión de ingenuidad, sino es lo que se piensa en la actual Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), a cargo del general Sandoval.
Traduce, en los hechos, la estrategia de seguridad trazada por el comandante en jefe, López Obrador, que se articula a partir de dos mantras: “Abrazos y no balazos” y “No uso de la fuerza pública por que su uso genera más violencia”. A las Fuerzas de Seguridad, lo que toca entonces, es contemplar cómo se expande el crimen organizado en el territorio, pero de manera “pacífica”.
Y en todo caso, como lo dice el general Leana Ojeda, a los militares solo les toca “evitar que ellos tengan confrontación”. Para las Fuerzas Armadas no se trata de que no operen, de que no existan los grupos del crimen organizado, sino solo de que no luchen entre sí.
La seguridad, pues, como lo sostiene el general, que no es un caso único sino la actual doctrina del Ejército, solo “depende de los grupos antagónicos” y no de las Fuerzas Armadas. El actual comandante en jefe, al que le quedan días en el cargo, estableció un nuevo paradigma de seguridad nacional y pública que es no actuar y dejar que los problemas se resuelvan entre los criminales.