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LA REVOCACIÓN DE MANDATO Y LA CIUDADANÍA INVISIBLE

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Comunicación para el Bienestar

La exposición de motivos de la presentación al pleno de la Cámara de Diputados del instrumento conocido como “revocación de mandato” se sostiene en tres fundamentos teóricos, el primero de ellos es el del diccionario de ciencia política de Dieter Nohlen, que la define “como el procedimiento institucional previsto en concepciones de democracia directa, de acuerdo con el cual, es posible en todo momento la remoción del puesto de representantes electos por parte de sus electores”.

El segundo es el propuesto por el argentino Mario Justo López, quien dice que “el recall o revocación popular es un procedimiento para destituir a los representantes o funcionarios elegidos antes de que se cumpla el plazo fijado para su actuación, y cuyo objeto radica en mantener constantemente responsables ante sus electores a los funcionarios públicos elegidos”.

La tercera es la definición que da el Diccionario Electoral del Instituto Interamericano de Derechos Humanos que dice que “constituye un procedimiento a través del cual los electores pueden destituir a un cargo público con anterioridad a la expiración del período para el cual fue elegido”.

Como podemos ver, el común denominador es que el poder radica en la ciudadanía, quien puede destituir a un funcionario público que no esté cumpliendo de manera óptima y transparente con el mandato que el pueblo le dio, por lo tanto, como ejercicio democrático es una buena herramienta teórica, el problema radica en que sigue siendo un instrumento de la democracia participativa y no de la participación directa lo que le impide despojarse del lastre electoral.

¿Cuál es el peligro? Que la manifestación del poder popular sea sólo una ilusión para el uso electoral de las bases, es decir, que se tome como un ejercicio de medición electoral, laboratorio político, oportunidad de movimiento de bases y una campaña anticipada para los periodos electorales grandes; una precampaña con un sólo candidato, con toda la publicidad a favor y en la que ya sabemos quien va a ganar.

Si el fin último es dejar en manos del pueblo el poder político, la revocación de mandato no basta, se debe avanzar a procedimientos de participación directa y local, en la que cada ciudadano pueda expresarse y manifestarse libremente más allá de depositar un papel en una urna, algo que en una verdadera democracia no tiene ningún sentido.

La consulta sobre la revocación del mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador será este domingo 10 de abril y las encuestas colocan al primer mandatario con amplias posibilidades de conseguir un triunfo ante una oposición paralizada que al parecer no ha sabido ni podido capitalizar el apoyo de la ciudadanía.

Pero lo grave del asunto es que de acuerdo al Procedimiento para la Revocación de Mandato del Presidente de la República, emitido por el Instituto Nacional Electoral (INE), la participación ciudadana es limitada de origen ya que su intervención está centrada en, por una parte, ser los encargados de la recolección de firmas que permitirían la realización de la consulta y, por la otra, contar con el derecho pleno a participar en la votación emitiendo su sufragio.

Ejercicio democrático en el que la ciudadanía debiera tener un protagonismo indiscutible, pero que terminó convirtiéndose en un evento burocrático electoral, organizado por el INE, en donde asociaciones civiles vinculadas al partido en el poder (como la A.C. “Que viva la democracia”) se vieron vinculadas en la recolección de firmas, tomando el papel que tendría que llevar a cabo el ciudadano de a pie.

Participación popular en donde el voto tal vez ni siquiera pueda ser tomado en cuenta pues para que la consulta sea válida se debe contar con los votos, el día de la consulta, de por lo menos el 40% de los electores inscritos en la lista nacional. Es decir, que si el ejercicio de participación fracasa el resultado de la consulta, sea cual sea, no podrá ser tomado en consideración.  

Democracia cuestionada porque los ciudadanos son invisibilizados al no poder ser sujetos participantes del proceso y que acaso sólo cuentan como un número más en la estadística que permitiría o no a López Obrador concluir su sexenio en el ejercicio del poder.

No obstante, si se toma en serio, el papel como elector/votante es desde luego fundamental puesto que la opción por la cual cada votante se decidiera, tendría que partir de algo que vaya más allá del binomio simpatía/antipatía. Elección que debería partir de un análisis serio y objetivo del desempeño en el poder del presidente de la República. Oportunidad histórica, que habría sido muy útil en anteriores sexenios en los que seguramente más de un mandatario habría salido reprobado en la evaluación.

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