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La quema de imágenes en la plaza pública

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Rubén Aguilar Valenzuela

La historia registra que en diversas épocas y sitios los fascistas queman libros e imágenes en las plazas públicas. Su fanatismo, que se alimenta del odio, arrasa con todo lo que no son ellos.

Eso ocurrió el sábado 18 de marzo en la Plaza del Zócalo, la mayor del país y uno de las más grandes del mundo, cuando se quemó la imagen de la presidenta de la SCJN, Norma Lucía Piña Hernández.

La quema, no hay duda, estuvo a cargo de militantes y simpatizantes de MORENA, y es difícil que lo hubieran hecho como una decisión espontánea de solo un grupo.

En el marco de las condiciones de seguridad que había en la plaza era imposible introducir una imagen de tales dimensiones y luego, sin más, prenderle fuego.

Era, pues, una acción concertada de MORENA, ahora no queda claro si del partido en la Ciudad de México o del Ejecutivo Nacional. Algún día se sabrá.

Es un hecho público que, el presidente López Obrador todas las mañanas alimenta la confrontación y el odio en sus homilías matutinas de pastor evangélico pentecostal.

De manera abierta, en la guillotina instalada en Palacio Nacional, en diversas ocasiones ha pasado a cuchillo a la ministra Piña Hernández por no sometérsele.

En estos primeros cuatro años de gobierno por esa guillotina han pasado cientos de periodistas, académicos, científicos, artistas, líderes sociales, religiosos y empresarios, cuyo delito es no pensar igual que el presidente.

El discurso de odio del presidente cunde entre sus más cercanos, pero también en el conjunto de la militancia y simpatizantes de MORENA.

Quiero pensar que López Obrador no estaba enterado de la quema de la imagen de la presidenta de la SCJN, Piña Hernández.

El responsable intelectual del hecho, algún día se sabrá quien fue, lo hizo siguiendo la línea trazada por el presidente en contra de la ministra.

Pensó que así agradaba al líder moral de MORENA y que a cambio de su “valiente” acción obtendría algún beneficio, por lo menos el reconocimiento.

El discurso de odio es una de las características de los populistas de izquierda y de derecha, siempre cercanos al lenguaje fascista. Entre ellos el presidente López Obrador.

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