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La familia que Martín perdió

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Simples deducciones, por Juan Chávez

“El fútbol, el maldito fútbol es lo que a Martín y a mí nos tiene a punto del divorcio”, señala Araceli; en su voz la mezcla de sentimientos se agolpan, tiene coraje, desesperación y dice que, “he llegado a la incredulidad del porqué Martín ya no quiso regresar a la casa, cómo es posible que por un deporte que ni siquiera practica, nos abandone a Amanda (su hija), y a mí”.

Recuerda que cuando novios Martín no era tan apegado a dicho deporte, “acudía los fines a ver el fut y listo, con mi hermano y mi papá hacían apuestas ligeras pero sin fanatismo, ahora resulta que el edredón, las toallas, las playeras podríamos decir familiares, sean del América, y ni cómo justificar que se haya querido liar a golpes con mi hermano y un vecino cuando una vez le hicieron una broma de un partido que perdió su equipo”.

Araceli ha tratado de dialogar con su esposo, de decirle que si bien el fútbol no es malo, llegar a esos extremos es inconcebible, pero la separación que tienen en estos días podría concluir en divorcio, sí Martín no deja de presionar a la hija de ambos para que le guste ese deporte y además que tenga que irle al América, le ha comprado todo de ese equipo, hasta la mochila.

“A la niña no le gusta y ya se lo dijo a su papá, quien nos gritó a ambas, nos trató de retrasadas y corrientes, según él, no entiende por qué se casó conmigo si yo no entiendo sus gustos y hasta puso en duda que ella sea su hija, que porque no heredó sus gustos, pero lo peor fue cuando Martín dijo estar enojado con la vida, porque le mandó una hija y no un varón, al cual llevaría a practicar pegarle a la pelota, es de no creerse oiga”.

La propia mamá de Martín está asombrada y molesta por la actitud de su hijo, para ello hay algo más profundo y dice que es la cerveza, “mi hijo se ha vuelto un tomador, sus amigos del taller lo están llevando por ese camino y no sé que le está pasando, también a la casa llega grosero, diciendo que deberíamos pintar de amarillo, cayéndose de borracho, yo ya le dije que si se separa de ella, no lo quiero ahí conmigo, paso cada susto y coraje”, me dice doña Martha.

La pequeña Amanda dice que no extraña a su papá, quien la sentaba varias horas a ver el fut y siempre con cerveza a la mano, Araceli dice que tras dos años así ella le dijo que ya no podía seguir, tuvo un motivo fuerte, “empezó los domingos a traer amigos a tomar, aunque no hubiera un partido de su equipo aquí estaban, se iban muy tarde y la niña y yo nos encerrábamos o nos íbamos con mi suegra, vive aquí a la vuelta, yo tuve miedo que en una de esas, nos hicieran algo y por más que le expliqué, él no me entendió”.

Araceli ya tiene la amenaza por parte de Martín, de que no le dará pensión, “olvida que te voy a dar dinero, a lo mejor ni mía es y yo manteniendo gente ajena”, ella dice que por fortuna la casa sigue siendo de su papá por lo que la considera suya, “sino, ya nos hubieran sacado y sabrá Dios dónde anduviéramos pidiendo asilo”.

Araceli no está dispuesta a volver con Martín, ha comenzado a aplicar sus conocimientos de corte de pelo y aplicación de uñas para obtener dinero, “estoy respirando libertad, aunque con poquito dinero me la juego con mi hija lo prefiero así, Dios no nos deja de su mano, mi suegra está de mi lado y nos invita a su casa a comer o me trae comida, vieras que estoy feliz, creo debí tomar la decisión antes, de separarnos”.

A Martín por casualidad me lo encontré dos días después de platicar con su familia, dice que no quiere ver ni a su esposa, ni a su hija y tampoco a su mamá porque no lo entienden, por ello se queda a vivir dentro del taller donde trabaja, “el patrón me da chance”, añade que aunque ya no tiene una comida familiar no le interesa, “pues compro de lo que hay por ahí en la calle y con unas cervezas y a gusto, sin tener que andar escuchando reclamos de nadie, me compré una pantalla, chiquita pero con eso, hasta me rinde más el dinero”.

Le digo que debería buscar a su hija al menos, “ni es mía, es bien rara, no se parece en nada a mí, sale con que quiere aprender a tocar piano y que le gusta leer, eso para qué le va a servir, para nada, además yo quería un hombre para enseñarle lo que sé, pero llegó ella y luego mi ex mujer dijo que esperáramos para tener otro que porque había que ver lo del dinero y eso no me gustó”.

El físico de Martín evidencia ya su mala alimentación, su ropa es sucia y olorosa a sudor de días aunque eso se puede justificar por el trabajo, pero vive inmerso en que su decisión es la correcta, que nada ni nadie lo va a hacer cambiar de opinión y que un día de estos al menos su mamá le va a pedir disculpas y le abrirá las puertas de la casa de nuevo.

Por último me informó de cómo anda su equipo de fútbol y de que siempre será su deporte favorito, siguió su camino al depósito con dos envases de cerveza en mano y en la otra un cigarrillo a medio acabar. Tener pasiones en la vida es fundamental, pero creo que no debemos dejar que afecte nuestras vidas al nivel que Martín lo ha permitido, perdió a su familia por su amor al fútbol. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com

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