Octavio Isaac Rojas Orduña
En España se han venido viviendo años convulsos que han sido gestionados con mejor o peor fortuna por los distintos presidentes que han ocupado La Moncloa. Desde Aznar hasta Sánchez, cada uno ha intentado implementar sus políticas con su impronta y ha transitado en mayor o menor medida a un segundo plano una vez terminado su mandato.
Durante estos años se ha vivido el final del terrorismo etarra, la irrupción brutal del terrorismo yihadista, una larga y profunda crisis económica, un pseudo golpe de estado en Cataluña, entre otras situaciones que han tensado, sin llegar a desgarrarla, la “piel de toro”, que es como también se le conoce a España.
Y el hecho de que no se haya desgarrado se puede deber a muchos factores, pero hay uno al que quiero referirme en esta ocasión: En España hay un imperio de la ley para cuestiones relevantes como la integridad, el cuidado y el respeto a la nación.
La integridad territorial se ha salvado a pesar de los sanguinarios atentados del grupo separatista vasco ETA desde la época de la dictadura franquista, pero sobre todo en la década de los ochentas y noventas, que tiñó de rojo el país. Muchos miembros de la cúpula etarra duermen en prisión después de haber sido condenados por jueces en procesos abiertos e incluso algunos de sus representantes han entrado a las instituciones y siguen defendiendo su objetivo independentista.
En 14 de marzo de 2004, un grupo yihadista atentó demencialmente y de manera indiscriminada contra la población civil de Madrid, generando casi 200 muertos, miles de afectados física y mentalmente. Las fuerzas de seguridad del estado actuaron, persiguieron y capturaron a los integrantes de este grupo asesino que se dejaron atrapar, porque hubo otros que se inmolaron llevándose por delante a algunos valientes. Después de un juicio que cumplió todas las garantías, muchos de ellos recibieron sentencias que los han mantenido encerrados desde entonces. Algunos están próximos a salir, al haber cumplido sus condenas, aunque suene increíble para algunos.
En los últimos años, varios renombrados políticos, algunos aún en el ejercicio de sus puestos, han sido juzgados por corrupción y encarcelados, poniendo en aprietos a los grandes partidos que tradicionalmente se repartían el poder en España: el PSOE y el PP. Se ha hablado de la politización de estos procesos o de su corto alcance, pero lo que es verdad es que estos procesos han ayudado a depurar de alguna manera los partidos y han establecido un aviso a los políticos en ejercicio de que sus acciones no necesariamente quedarán impunes.
En la actualidad, se juzga a unos políticos que han utilizado sus altos puestos en Cataluña para intentar dinamitar España desde dentro con una efímera (y, si se me permite la valoración, ridícula y peligrosa) Declaración Unilateral de Independencia. En un acto de cobardía, algunos escaparon a la acción de la justicia española y otros han tenido que afrontar un proceso con todas las garantías que, a reserva de su conclusión futura, les augura penas que pueden privarles de libertad y a los huidos, una larga temporada como prófugos.
Si bien hay muchos casos, que incluso ha sufrido el autor de estas líneas, en que la ley no logra resarcir el daño generado por aprovechados, jetas y saltimbanquis, España vive en el imperio de la ley y ese es uno de los grandes valores que salvan a un país con amenazas exógenas y endógenas. Ojalá en México sepamos en el futuro lo que es esto.