Luis Rubén Maldonado Alvídrez
La Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, la morenista Clara Brugada ha propuesto una reforma para que las corridas de toros en Ciudad de México se mantengan, pero sin sangre, crueldad o muerte para el animal. La propuesta incluye siete puntos clave, como la prohibición de corridas de toros con violencia, la creación de un espectáculo taurino libre de violencia, y la prohibición de la muerte del toro dentro y fuera de la plaza. Además, se prohíbe el uso de objetos punzantes y se limita el tiempo de la corrida a 10 minutos por toro. La propuesta ha generado reacciones mixtas, con algunos apoyándola y otros, como el diputado local de la Ciudad de México (también morenista) Pedro Haces Lago, mostrando su inconformidad.
En una entrevista con El Universal, Haces Lago consideró que una corrida de toros no puede durar solo 10 minutos, como lo plantea Brugada, y anticipa que los taurinos podrían presentar amparos contra estas nuevas reglas. Además, señaló que es necesario estudiar el dictamen para evaluar los riesgos laborales, económicos y de la economía del toro. Haces Lago también menciona que esta no es una victoria de los antitaurinos ni del Partido Verde.
“No la veo realista, no coincido, no la comparto porque, a fin de cuentas, quien conoce de fondo la fiesta brava, con o sin sangre, sabe que lleva un poco más de tiempo dentro del ruedo, en la interacción entre el toro y el torero”, subrayó Haces Lago.
La propuesta de Clara Brugada para las corridas de toros “sin violencia” en Ciudad de México intenta ser una decisión salomónica: que se mantengan, pero sin sangre y (cree ella) todos contentos. La propuesta de la morenista estipula que se prohíbe la muerte del toro dentro y fuera de la plaza, se prohíbe la utilización de objetos punzantes que provoquen heridas, lastimaduras o la muerte del toro, como banderillas, espadas, lanzas, entre otros. Solo se autoriza el uso del capote y la muleta y se limita el tiempo de la corrida a 10 minutos por toro.
Esta situación, que los antitaurino han convertido en bélica desde hace años, me ha llevado a desempolvar un texto fabuloso del gran Francis Wolff, inmortalizado en el cine con el documental “Un filósofo en la arena” impulsado por talento juarense.
El híper famoso texto del filósofo francés se titula “Cincuenta razones para defender las corridas de toros” y es una joya, de la cual rescato las siguientes premisas:
El argumento principal contra las corridas de toros no es realmente un argumento, sino la sensibilidad. Algunas personas no pueden soportar ver o imaginar a un animal herido o muriendo, y este sentimiento es perfectamente respetable. Los aficionados a las corridas de toros también comparten este sentimiento de compasión y no experimentan placer con el sufrimiento de los animales. La sensibilidad es la razón más fuerte que se puede oponer contra las corridas de toros, pero el problema radica en saber si es suficiente para condenar la sensibilidad de otros y exigir su prohibición.
Wolff describe en el texto que, él en lo personal nunca ha podido soportar el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo del pescador de caña– lo que efectivamente es una cuestión de sensibilidad. A pesar de eso, nunca se le ha pasado por la cabeza condenar la pesca con caña ni tampoco tratar al pobre pescador de “sádico” y aún menos exigir a las autoridades la prohibición de su inocente ocio, que ofrece probablemente grandes placeres a los amantes de ese tipo de pesca. Y esgrime un argumento para reforzar: Sin embargo, se “sabe” perfectamente que los peces heridos “sufren” agonizando lentamente en el cubo, e indudablemente más que el toro que pelea.
Y continúa Wolff exponiendo que la fiesta de los de toros suscita en los detractores más motivos de indignación y, sobre todo muchos más fantasmas insoportables, que el eventual sufrimiento objetivo del animal). Existen algunas razones para pensar que la pesca deportiva con caña ni tiene el mismo arraigo antropológico ni es portadora de valores éticos y estéticos tan universales como la fiesta taurina.
Para Francis, una cosa es extraer las consecuencias personales de la propia sensibilidad (por eso, no va de pesca) y otra muy distinta es hacer de dicha sensibilidad un estándar absoluto y considerar sus propias convicciones como el criterio de verdad, lo cual, para él, esa es la definición de la intolerancia.
Y subraya: cada cual es libre de convertirse al vegetarianismo, o incluso a la vida “vegana”: nadie prohíbe a nadie abrazar ese modo de vida y las creencias que lo acompañan. Pero otra cosa es querer prohibir el consumo de carne y de pescado, incluso de leche, de lana, de cuero, de miel y de “todo lo que proviene de la explotación de los animales”.
No es lo mismo prohibirse a sí mismo ir a las plazas de toros y que querer prohibir el acceso a los demás.
El prohibicionismo es el veneno más eficaz contra la libertad.
La libertad es un derecho fundamental que nos permite ser quienes somos, tomar decisiones que moldean nuestras vidas y (en teoría) expresar nuestras opiniones sin temor a represalias. Es el cimiento sobre el que se construye nuestra humanidad, ya que nos permite elegir, aprender de nuestros errores y crecer como individuos.
Cuando la sociedad permite que se limite su capacidad de decidir, está renunciando a una parte esencial de la naturaleza humana. La libertad de elección es lo que nos distingue de los animales. Si nos privan de esta libertad, nos convertimos en meros animales, que pueden ser condicionados a realizar ciertas conductas o peor aún: en seres autómatas, siguiendo órdenes sin cuestionar ni reflexionar.
La pérdida de libertad también conlleva la pérdida de nuestra creatividad, innovación y progreso. Cuando no podemos tomar decisiones por nosotros mismos, no podemos explorar nuevas ideas, experimentar ni aprender de nuestros errores. La libertad es el motor que impulsa el avance humano, y sin ella, la sociedad se estanca y deja de evolucionar.
Es la libertad es lo que hace humana a una sociedad y le permite amar, odiar, crear, destruir y, en general, experimentar la complejidad de la condición humana. Si se permite que, vía las prohibiciones, la libertad sea arrebatada, se está renunciando a la esencia misma del ser humano. La sociedad debe luchar por proteger y preservar la libertad, no solo por tener la libertad de elegir nuestro rumbo, sino por la humanidad en su conjunto.
ESPRESSO COMPOL
Si se permiten prohibiciones mínimas (como las corridas de toros) y las aplauden y las hacen populares, al rato estará la sociedad aplaudiendo como focas, la opresión desde las alcaldías, estados, legislaturas o presidencias de los países. El prohibicionismo, pues, es el veneno más eficaz contra la libertad y la antesala de la tiranía.