Jaime Cervantes
El 1 de septiembre inicia el primer periodo de sesiones del último año de la actual legislatura federal, en otro momento histórico, el traspaso de la presidencia de la mesa directiva suponía por un mero trámite administrativo sin discusión alguna. Sin embargo, en tiempos de la llamada Cuarta Transformación, cargada siempre de sus propios simbolismos y, claro, de sus latentes contradicciones internas y externas, este proceso que parecía rutinario se tuvo que convertir en un verdadero campo de batalla digno de atención y de advertencia.
A lo que algunos erróneamente han llamado asalto del Partido del Trabajo (PT) a la presidencia de la mesa directiva, estos le llaman derecho legítimo y, sobretodo, legal si se demuestra ser la tercera fuerza parlamentaria antes de la sesión del día 31 de agosto que es cuando se elige por el pleno a quien conducirá los trabajos para el último año restante.
Derecho legítimo porque el PT, producto de la elección de julio del 2018, frente a los órganos electorales, se adjudicó por vía nominal y plurinominal 61 legisladores federales, entre ellos el diputado por el norte de Nayarit, Pavel Jarero. Sin embargo, previo a la instalación de la actual legislatura y tras una operación avasalladora de MORENA, más de la mitad de estos fueron acarreados al grupo mayor en la búsqueda de la mayoría absoluta para así presidir la mesa directiva y la presidencia de la Junta de Coordinación Política cómo no se veía desde la primera mitad del gobierno de Ernesto Zedillo.
Es en ese punto, en agosto del 2018, donde inicia el mal precedente legislativo de traspaso masivo y sistemático de legisladores de un grupo a otro para mantener cuotas de poder, prácticas que no se veían por lo menos tan burdamente en toda la historia de la transición democrática de nuestro país, entonces ¿de qué se asustan Ramírez Cuellar y Mario Delgado? De los personajes no puede ser, pues a la par de lo que sucede en el congreso federal, MORENA no tuvo empacho en sumar al perredista Valentín Maldonado -Operador del innombrable y ahora neopetista Mauricio Toledo- a sus filas en la asamblea de la CDMX para mantener, otra vez, la junta de coordinación política, que es en sí la mesa donde se decide todo.
El tema pareciera ir más allá de personajes, más allá de la propuesta misma de Gerardo Fernández Noroña, experimentado legislador y dirigente político que plantó cara al gobierno de Felipe Calderón en los momentos más difíciles del lopezobradorismo, como presidente de la mesa directiva. Va más allá inclusive de mantener la Junta de Coordinación Política, pues la operación se podría hacer a través de la bancada satélite del No-Partido Encuentro Social, en el querer está el poder.
Pero el asunto de fondo es la esencia misma de este omnipresente proceso autodenominado Cuarta Transformación que, como bien lo dijo Manuel Toledo, secretario de Medio Ambiente, la 4T debido a su sanguinaria lucha de poder y fuertes contradicciones “no existe como un conjunto claro y acabado de objetivos” y, si a eso le sumamos las dos crisis existentes -la económica y de salud-, el permanente pleito dentro de MORENA que no termina de cuajar como partido político, y el inicio del proceso federal del 2021, el cambio de la mesa directiva pinta como un escenario ideal para la batalla.
Por un lado, quienes pretendiendo tener posturas desde la socialdemocracia tienden la mano al viejo régimen que no termina de irse y muy al contrario se mimetiza con el actual proceso o incrusta sus personajes que siguen en la vida pública, y por el otro los radicales que no tan puritanos -que en política no los hay- que en el afán de romper con todo lo de antaño, utilizan a diestra y siniestra la máxima maquiavélica que el fin justifica los medios.
Por lo pronto, para deleite de quienes disfrutamos el espectáculo político, este pleito pinta interesante y desnuda alianzas inconfesables. El PRD y PAN dispuestos a cederle al PRI lo que ocupe con tal de mantenerlo vigente, y algunos sectores de MORENA sin querer queriendo, o quizás queriendo mucho, haciendo el tonto útil para mantener al priismo si no del lado del presidente, si pasivo frente a él. ¿Y el PT? El PT, como buen partido maoísta, ahondando contradicciones necesarias para acelerar procesos que pareciera nomás no caminan.