Dr. Carlos Díaz Abrego
Los mexicanos sabemos muy bien lo que significa, ¡me vale madre! Es una de las expresiones populares más arraigadas y generalizadas en todos los estamentos de la sociedad. Me parece vano, explicar lo que todos sabemos cuando nos referimos a está locución verbal. Falta de interés, apatía, indiferencia, improvisación, ignorancia, incompetencia y desgano son algunos de los principios que hemos visto durante casi cuatro años y medio, que forman parte de las diferentes políticas públicas implementadas por el gobierno de López Obrador.
El valemadrismo se ha convertido en el estilo más puro y representativo de la forma de gobernar del gobierno federal y lo que ellos llaman, la 4T. Empezando por lo elemental, la falta de capacidad y preparación académica del presidente de México, por consiguiente, del gabinete legal y ampliado, la nula aplicación y respeto del mal trecho estado de derecho, que históricamente ha sido pisoteado por siempre, de la mano de la propia autoridad encargada de respetar y aplicar la ley.
Sin embargo, como nunca en la era moderna del país, habíamos tenido un gobierno tan ignorante, ruin, corrupto, déspota e indiferente con respecto a su pueblo, incluso, para aquellos ciudadanos mexicanos que constituyen el eje central de sus políticas públicas, los pobres de los pobres, a quienes solo han utilizado y despreciado cómo viles objetos de uso electoral y desecho personal. No ha habido una sola semana, desde que inicio está pesadilla de sexenio, donde los escándalos y exabruptos del primer mandatario, así de colaboradores del primer círculo, son la nota diaria del escarnio político y social.
Parecería imposible creer que una semana más, pudiera presentarse un nuevo escándalo por parte del indecente mandatario o de algún miembro del gabinete, pero logran cumplir el objetivo de asombrar y aterrorizar a la sociedad mexicana con “algo nuevo”. Es una larga, muy larga lista de vergonzosas decisiones gubernamentales que han traído al pueblo dolor, desesperanza y pánico, sólo por citar algunas: el increíble e histórico desabasto de combustible, las compras públicas sin ningún rigor de cumplimiento mínimo a lo que marca la ley de adquisiciones, las nefastas y mortales políticas públicas para combatir el COVID.
El inhumano desabasto de medicamentos para niños enfermos de cáncer, que hasta la fecha prevalece la falta de medicamentos del cuadro básico en clínicas y hospitales del sector salud, la corrupción e impunidad a todas luces conocidas y grabadas de hermanos del presidente recibiendo millones y millones de pesos, ante la más cínica justificación inmoral de AMLO. La grotesca forma de vida a expensas del erario, en Palacio Nacional y el dispendio del que gozan sus familiares, de la mano del discurso populista de “primero los pobres”.
En fin, una carretonada de excesos y mentiras tras mentiras, que ofenden y lastiman a millones de mexicanos. Sin olvidar, los cientos de calificativos hirientes y mal intencionados para la clase media y alta de México, con un discurso de odio sinigual para dividir a los mexicanos, enfrentándolos como auténticos enemigos a muerte. Cómo lo ha dicho el propio mandatario, “están conmigo o están contra mi” situación que ha partido al país a la mitad. Viviendo un encono social nunca visto entre mexicanos.
La cantidad de mentiras que a diario expresa a los mexicanos y a la comunidad internacional, rayan en lo vergonzoso y grotesco, haciendo de la mentira un estilo de gobernar, con el único propósito de esconder su mayúscula ignorancia y carencia de ética y principios. Decir que los actuales Consejeros Electorales, propuestos por su partido político, no tienen porque ser revocados por las otras fuerzas políticas de oposición, ya que “eso no importa”, cuando toda la vida se la paso renegando y oponiéndose a la repartición de cuotas, ahora para AMLO, no es importante.
Atreverse a señalar el déspota mandatario, que “México es seguro para vivir y para viajar, asegurando que, en nuestro país, en cada esquina es seguro para viajar y que existen riesgos en algunos lugares, pero la vida se mantiene inalterable en todo el país”. Es demasiado valemadrismo, ante la ola implacable de homicidios que vive toda la nación y, sobre todo, cuando vemos y vivimos a diario la cohabitación entre el gobierno federal y el narco.
¿No cree usted?